Los Plebes: la cotidiana vida de los sicarios | Entrevista

Por: Carlos Carrizales
Si el narcotráfico es uno de los temas más recurrentes en el panorama audiovisual mexicano, desde el cine y la televisión industriales un personaje se ha construido desde ciertos parámetros muy identificables: el sicario. Un individuo listo para matar, furtivo, casi un autómata, una maquinaria que tiene por instrucción arrebatar vida y poco más. Ante esta completa deshumanización, los directores Eduardo Giralt y Emmanuel Massú contraponen su documental Los plebes, en el que siguen a un grupo de jóvenes sicarios en esos momentos en los que no están trabajando para el crimen; los tiempos muertos en los que son como todos los demás.
Eduardo Giralt tuvo la idea para este documental, su segundo trabajo como director, tras la tragedia de una amiga que se propuso encontrar a los asesinos de su padre. Al encontrarlos en Facebook le mostró los perfiles a Giralt, a quien le llamó la atención la aparente ordinariedad con la que convivían fotografías de los sicarios primero en una fiesta familiar y luego portando armas de alto calibre. La duda acerca de quiénes eran estas personas, pensarlas más allá de su dimensión de agresores, fue lo que le interesó.
Posteriormente encontraron un grupo de sicarios jóvenes, en sus veintitantos, y se acercaron a filmarlos (con permiso de sus jefes narcotraficantes) en sus tiempos muertos: antes y después de hacer su trágico (y precario) trabajo. Las condiciones impusieron que ese seguimiento audiovisual se hiciera con el celular, a fin de tener una mayor movilidad y de conectar con los protagonistas en un nivel más cercano; así, el documental entrega imágenes en las que seguimos a esos jóvenes en sus amoríos, en sus tiempos de esparcimiento, en el cariño hacia un cachorro, en sus reflexiones acerca de la imposibilidad de salirse de ese “negocio”.
Los plebes funciona, sobre todo, como un registro que coloca de frente a jóvenes comunes que, por cuestiones de la vida (social), tienen un infame trabajo. Las consciencias que crean que todos los sicarios son simples máquinas de matar, verán sus prejuicios desmentidos al enfrentarse con un documental que enuncia, sobriamente, que el individuo que porta el arma es otro tipo de proletariado.
Entrevista con Eduardo Giralt, director de Los plebes
CC: Creo que tu película Los Plebes contribuye a construir una imagen distinta acerca de quiénes son las nuevas generaciones que están trabajando para el narcotráfico. Me gustaría que me contaras qué tanto consideras que el cine mexicano ha fallado en explorar a los victimarios, en pensar en los afectos, los motivos y el entorno de quienes ejercen violencia.
EG: Fuiste de una a la yugular (ríe), pienso que no sólo el cine mexicano, sino Latinoamérica en general, así como las series gringas, pecan de lo mismo: hacer retratos unidimensionales de las personas que forman parte de estos grupos, los caricaturizan, sus motivos siempre son monetarios y materiales; no profundizan en otros aspectos que también inciden en que estas personas trabajen ahí.
Algo que ha pasado con el crimen organizado es que ha hecho metástasis mundial. Hay sicariatos en Suecia, Ámsterdam o los Países Bajos; ya no es un problema exclusivo del sur global, de los no-blancos. Eso contribuye un poco a que las historias se universalicen. Pero es cierto que por el lado latinoamericano (con excepción quizás del cine colombiano, que considero que ha hecho un esfuerzo por dar otros ángulos a las historias) sí falta una perspectiva más compleja.
CC: En alguna entrevista citaste la frase de un profesor que te había dicho que con el tema del narcotráfico “estaban filmando la uña del tigre, pero falta filmarle el corazón y el cerebro”. Tomándola de referencia y considerando que en Los Plebes retratan al proletariado de estas organizaciones, ¿cuáles consideras que han sido los efectos de que el cine haya privilegiado la parte violenta del narco y descuide el retrato de su estructura de operaciones y su división del trabajo?
EG: El problema que encuentro es que se ha simplificado la manera en la que entendemos cómo funcionan esas empresas. Se les ha retratado como organizaciones primitivas, conformadas por gatilleros y sicarios que únicamente matan. Se piensa que estos morritos con armas son todo el narco, cuando las más de las veces solo son los chivos expiatorios, los más desechables dentro de la organización; no se retrata que detrás de ellos hay empresarios, políticos, licenciados, bancos. Basados en eso, se ha vendido la idea de que para desarticular estos grupos el acercamiento debe ser militar y eso es una distracción que el crimen organizado utiliza para construir narcotanques y una estructura gigante de sicarios para que el gobierno gaste dinero en combatir eso y no en, por ejemplo, una unidad financiera sofisticada que investigue qué empresarios o qué compañías lavan dinero.
CC: Probablemente el cine no pueda cambiar el mundo, pero claro que instala imágenes e imaginarios. En varios espacios han reiterado los pecados de los productos industriales en cuanto a su recurrencia a clichés y estereotipos. Sin embargo, ¿cuáles serían los pecados del cine independiente y de festival, que también hace su propuesta visual?
EG: Considero que lo que sucede es una falta de rigor en la investigación de lo que quieren retratar; una falta de conexión con el periodismo y la información verificada, tanto del cine industrial como el de festival. Por ejemplo, podemos ver las películas gringas de “Sicario” y con que leas dos libros de crimen organizado y narcotráfico te das cuenta que muchas de las tramas que plantean son estupidísimas. El problema es que existe la búsqueda de una satisfacción propia en cuanto al producto; de creer que con tener buenos actores y una buena foto ya es suficiente, dejando de lado un extenso trabajo de campo y una buena investigación, que fue de lo que resultaron películas como El Padrino o Apocalipsis Now, en las que sientes un anclaje muy plantado en la realidad.
CC: Han comentado en otras entrevistas que les disgustan los comentarios que ven apología de la violencia en Los plebes, cosa en la que coincido. Pero me gustaría que me comentaras cuál fue la brújula ética con la que decidieron tratar el material y a sus informantes
EG: Está bueno ese concepto de brújula ética, te lo voy a robar. Creo que lo principal era no mostrar nada que pudiera aparecer en el “Blog del Narco”. Ese fue una especie de mantra, pues queríamos enfocarnos en lo que era relevante para nosotros: la psique de estos chavos y explorar los diferentes factores que los empujaron a tomar la decisión de trabajar para una empresa criminal, ya fueran la familia, las adicciones al alcohol o a otro tipo de sustancias, violencia intrafamiliar, el habitar en zonas en las que el estado no existe, donde viven como ciudadanos huérfanos y, al serlo, tienen que recurrir a las empresas criminales que terminan siendo como una especie de señores feudales que los protegen, todo eso.
CC: Emmanuel [Massú] dijo en alguna parte que era un asunto muy egoísta, porque ustedes tenían algunas preguntas y querían responderlas a través del documental, nada más. Por otro lado, también existía la intención de hacer un contrapeso a los retratos que han hecho el cine y las series industriales. En ese sentido, coméntame, ¿qué conversación quieren detonar? ¿Qué les gustaría que pensaran las personas que verán Los plebes?
EG: Me gustaría que se dieran cuenta que muchos de los miembros de esas empresas criminales son paisanos suyos, que no son extranjeros que cayeron de paracaídas, que cualquiera pudo haber estado en su situación. Que son ciudadanos más comunes de lo que se quiere aceptar y que tampoco son unas máquinas de matar; hay de esos, claro que si, como en cualquier grupo armado (gubernamental o no gubernamental) hay psicópatas y sádicos, pero muchos otros solamente obedecen órdenes y en lo posible evitan la violencia.
Me parece que la gente de las capitales, sobre todo, y de cierta clase media para arriba, piensa que encontrarse con un miembro de un grupo criminal es como encontrarse con un personaje que salió del cine. Nosotros, por el contrario, queríamos mostrarlos de una forma más banal y más vulnerables, para romper con este panfleto que nos han vendido los americanos y los gobiernos, de que para combatir a estas personas se tienen que usar el ejército y las balas, pues el asunto es más complejo; primero, porque son muchísimos, y segundo, porque las causas que forjan a los jóvenes sicarios no son únicamente problemas de seguridad, también hay problemas de salud mental, de drogas y emocionales.
Los plebes se exhibe en la Cineteca Nacional
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