Sangre por sangre: una película sobre los vínculos y la dignidad

Por: Cuauhtémoc Juárez Pillado (@cuaupillado)
‘Latino’ o ‘hispano’, de acuerdo con información de la Oficina del Censo de los Estados Unidos, “se refiere a una persona de origen cubano, mexicano, puertorriqueño, sudamericano, centroamericano o de otra cultura u origen español, independientemente de su raza”. Según los más recientes datos, la comunidad latina representa el 19% del total de la población estadounidense.
Aunque los hispanos son la comunidad más numerosa en dicho territorio, también padecen los mismos problemas que otras minorías: discriminación, desempleo, falta de acceso a la salud, persecución por su estatus migratorio, violencia, entre otros.
Y de los casi 60 millones de latinos, 63% son de origen mexicano, lo que hace a esta la población hispana más grande de Estados Unidos, seguida por el 10% de la portorriqueña. Aunque están dispersos por todo el territorio estadounidense, existe una importante presencia mexicana en el estado de California, sobre todo en la ciudad de Los Ángeles, donde son casi el 80% de la población latina.
Durante los años 90, la costa oeste de Estados Unidos sufrió una oleada de violencia producto del enfrentamiento entre pandillas, en especial en California. Las pandillas afroamericanas y latinas se enfrentaron a muerte entre ellas por territorios como el este de Los Ángeles, una región con una marcada influencia hispana.
En este contexto se estrenó Blood in, Blood Out o Bound By Honor (Taylor Hackford, 1993), conocida entre el público latinoamericano como Sangre por sangre, película que aborda la vida de Paco Aguilar, Cruz Calendaria y Miklo Velka, tres adolescentes de ascendencia mexicana que crecen en medio de la violencia de las pandillas del Este de Los Ángeles entre los años 1973 a 1985. Con el tiempo sus vidas tomarán rumbos diferentes (Paco trabajará para la policía, Cruz caerá en las drogas y Miklo terminará preso en San Quintin), pero los lazos de sangre y su sentido del honor los mantendrán unidos en cierta forma.
La película fue un fracaso comercial por diversos motivos: por un lado el desinterés del público americano que estaba parcialmente influenciado por la mala imagen de las pandillas. A esto se unió el hecho que su estreno ocurrió meses después de los Disturbios de Rodney King, revueltas originadas en Los Ángeles cuando un jurado mayoritariamente blanco absolvió a cuatro policías acusados de golpear brutalmente a un taxista negro llamado Rodney King.
Por otra parte, el filme además guarda cierto parecido con American Me, estrenada un año antes y dirigida por James Edward Olmos (quien interpretaba el papel protagonista). Sobre el paralelismo entre ambas, el legendario crítico Roger Ebert llegó a escribir: “Bound by Honor cubre un material similar de una forma menos apasionada y menos significativa”, opinión que compartieron otros críticos estadounidenses.
La trascendencia de Sangre por sangre a pesar de su fracaso en taquilla
Si Sangre por sangre fracasó en los cines, no fue del interés del público y recibió comentarios no tan favorables de la crítica especializada, ¿cómo explicamos entonces que la película esté más vigente que nunca a 27 años de su estreno? En canciones, tesis, ensayos, parodias, memes y en grafitis, su impacto en la cultura popular es innegable.
Sangre por Sangre tiene algo que nos hipnotiza desde la primera vez que la vemos, en especial si es doblada al español. Aunque la producción no cuenta con una fotografía fascinante o un trabajo de dirección revolucionario, resulta efectiva porque tiene una historia que la sostiene las tres horas de duración.
Una de las mayores virtudes del guion es la construcción de sus protagonistas, quienes lidian con sus propios conflictos: Miklo detesta su piel blanca y sufre rechazo por no ser moreno, lo que le causa problemas de pertenencia; Paco es un líder carismático, aunque gandalla con cierto desapego a su familia; Cruz es un pintor y, a diferencia de su hermanastro Paco, es el que más posibilidades tiene de triunfar en la vida, pero ésta le da un giro por estar en el lugar y momento incorrecto.
Los obstáculos a los que se enfrentan Miklo, Paco y Cruz son los mismos que también encara cualquier latino en Estados Unidos: familias disfuncionales, discriminación, desempleo, violencia, drogadicción, hacinamiento, etcétera. Con estas desventajas, los jóvenes hispanos, quienes están en un país que no los acepta del todo pero al que tampoco se han integrado al cien, terminan por formar grupos para fortalecer sus vínculos, los cuales muchas veces son las pandillas.
Vatos Locos, Tres Puntos, Sur 13, La Eme, Nuestra Familia. No importa el nombre, las pandillas no sólo son grupos para sobrevivir en un ambiente hostil, también “brindan” un sentido de pertenencia a quienes se acercan a ella, forman una familia paralela a la sanguínea con sus reglas y sus códigos. Los Vatos Locos son una familia pero también es tan disfuncional e ilusoria que causará la ruina de los tres.
Otro punto a destacar es la construcción de la dinámica social dentro de las cárceles y cómo los reclusos se integran a ellas. Tanto el actor Damián Chapa (quien interpreta a Milko) como el guionista de Sangre por sangre, el artista chicano Jimmy Santiago Bacca, aportan sus vivencias para darle dimensión a los personajes y construir dos opuestos respecto al concepto de raza. El primero es Miklo Velka, quien al vivir toda su vida rechazado por su piel blanca, encontrará un espacio en la cárcel y se aferrará tanto a ese rol impulsado por el resentimiento. Por el contrario está Montana, el líder de La Onda (una variante ficticia de La Mafia Mexicana), quien presenta una visión distinta de raza y del papel que ejerce el chicano; es alguien que, a pesar de los crímenes o las equivocaciones, puede ser una persona capaz de regresar a su barrio y aportar (tal como lo hizo Jimmy Santiago Bacca). Para Montana es claro que el odio y la división entre ellos es impulsada por el sistema: “chicanos contra chicanos, eso es lo que quieren, morenos y chicanos tronándose, así es como mantienen este lugar”, manifiesta en algún momento de la película. Este choque de puntos de vista también conducirá al desastre dentro de La Onda.
Del mismo modo que Montana, Paco busca dignificar su papel como chicano al trabajar en la división antidrogas de la policía y enfrentarse a la creciente violencia provocada por una dividida La Onda dentro de las cárceles. Paco sabe que la raza se refleja en toda esa gente que trabaja con orgullo o dignidad y no en aquella que asesina o miente, como lo hacía en sus tiempos de vato loco. Por eso es tan importante el discurso final de Cruz al lado del mural, porque le refuerza a Paco el verdadero sentido de la raza y de la familia, aunque éste haya tardado tiempo en aceptarlo.
Sangre por sangre fue un fenómeno no por sus logros o características técnicas, lo es porque entiendió bien a una comunidad y condensó sus mejores y peores cualidades en una historia de tres adolescentes que sobreviven en un contexto difícil. Porque para ellos vivir como latinos en East Los Ángeles significa ser perseguidos y correr con una pata de conejo enfrente de los sabuesos, sin embargo, ellos tienen familia y raza para enfrentar unidos cualquier obstáculo que el sistema les imponga, mientras lo hagan con dignidad.
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