Copenhagen Cowboy: cuentos de hadas según Nicolas Winding Refn

Copenhagen Cowboy parece un proyecto extendido para calzar con las plantillas de Netflix, con prolongados momentos que se pudieron sintetizar.
La milagrosa Miu (Angela Bundalovic) es contratada por la hermana de un traficante sexual para quedar embarazada. En el prostíbulo se hace amiga de Cimona (Valentina Dejanovic), quien es asesinada por Nicklas (Andreas Lykke Jørgensen), el psicópata hijo de un aristócrata porcicultor de cerdos antropófagos. La desaparición de Cimona despierta en Miu su sed de venganza contra los cabecillas del crimen organizado. Esta producción supone el regreso a Dinamarca de Nicolas Winding Refn (NWR), obligado por el confinamiento durante la pandemia.
Todo en Copenhagen Cowboy es excesivo, incluso para los estándares del director, quien se regodea en un desbordado y pausado esteticismo neón. Motivado por la tradición literaria de Hans Christian Andersen, NWR crea un “cuento de hadas” tan rebuscado que resulta grotesco, porque su farsa revestida jamás amalgama del todo la fantasía con el thriller gangsteril, como sí sucedía en Too Old to Die Young (Amazon Prime Video). La asincronía entre géneros es bastante notoria en los primeros dos episodios; una prolongada y lenta introducción (con ecos de Rainer Werner Fassbinder y el Nuevo Cine Alemán) que desafía la paciencia de usuarios, siendo los más perseverantes y fieles seguidores quienes recibirán una satisfactoria recompensa.
Superada la prueba de fuego, el público descubrirá un “mágico” universo inspirado en La bella y la bestia y Barba Azul, bases para la construcción de dos perversos villanos: Chiang (Jason Hendil-Forssell), criminal que extorsiona a Miu con la hija de su amiga Hulda (Li Ii Zhang), y el mencionado Nicklas, con un lago que resguarda los cadáveres de mujeres asesinadas.
La alusión a ambos cuentos (con personajes femeninos en peligro) convierte a Miu (Beatrix Kiddo azulada) en heroína contra los infaustos destinos escritos en los cuentos tradicionales, como convertirse en esclava sexual (en el prostíbulo serbio), ser secuestrada por una “bestia” o morir asesinada. Los fantasmas de Cimona y demás víctimas encontrarán en ella un vehículo para vengar crímenes cometidos por tales depredadores.
La idea es atractiva, pero su ejecución difícil de digerir. El intencional choque entre estilos da como resultado un trasfondo sobrenatural impostado que difícilmente puede tomarse en serio, pues todo parece producto de la improvisación y un bajo presupuesto; fantasía vulgar similar a las reinterpretaciones televisivas de Barba Azul (2009) y La bella durmiente (2011) dirigidas por Catherine Breillat. De hecho, el cortometraje Touch of Crude (NWR, 2022) tiene una propuesta más sólida, condensando en pocos minutos los repetitivos artificios que componen Copenhagen Cowboy.
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No obstante, si logras entrar en la convención, te encontrarás con un programa ingenioso en sus juegos de ficción rocambolesca. A diferencia de anteriores obras crípticas, como El demonio neón (2016), la serie tiene una lúdica metaficción que juega con el azar y las expectativas del espectador. Un ejemplo es la escena del cazador en el bosque, quien asesina a un trajeado random cuando Miu era su primer target; giro shockeante y sinsentido que acentúa la presencia de un autor retorciendo la trama a voluntad. En esos momentos la producción remonta, porque ofrecen algo más que el exotismo fashionista del director.
Filmada de forma cronológica, Copenhagen Cowboy también es un regreso a los 90, con el rescate del “humor” irreverente (casi siempre misógino) presente en el cine danés de dicho periodo, el cual tenía la misión de descolocar a la audiencia, provocar repulsión y restar seriedad al surrealismo. Personajes como el falocéntrico padre de Nicklas (Thomas Algren), los hombres con voz de cerdo o el padrote Andre (Ramadan Huseini) parecen salidos de la trilogía Pusher (1996), In China They Eat Dogs (1999) o cualquier película de Anders Thomas Jensen.
Por otro lado, el título de Netflix se caracteriza por un minimalismo visual disonante con los movimientos de cámara (principalmente paneos) y su intensa banda sonora, homenajeando a Seijun Suzuki en Tokyo Drifter (1966); estética majestuosa para anuncios de Prada, radical en un largometraje, pero desmedido como serie de seis capítulos. Opuesto a Too Old to Die Young, donde cada episodio tenía su propia duración, según las necesidades de la trama, Copenhagen Cowboy parece un proyecto extendido para calzar con las plantillas de Netflix, prolongando momentos que pudieron ser sintetizados y omitiendo otros importantes que suceden fuera de cámara.
Será difícil la producción de una segunda temporada, pero NWR deja la puerta abierta para prometedores villanos introducidos durante el último episodio. Mientras tanto, los capítulos disponibles suponen un espectáculo obligado para los amantes del camp y lo kitsch, una serie que seguro te ofrecerá algo diferente a lo ofertado por los servicios de streaming. En otras palabras, si consideras a Inland Empire (2006) la mejor obra de David Lynch o eres fan de las primeras películas de Lars von Trier, seguro encontrarás en Copenhagen Cowboy una obra trascendente.
Tráiler Copenhagen Cowboy
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