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Glass Onion: nuevo libro, nuevas reglas | Crítica

Glass Onion: nuevo libro, nuevas reglas | Crítica

Glass Onion marca significativas diferencias con su exitosa película antecesora; esto puede gustar o no a los fans de la saga.

Knives Out (2019) fue una de esas sorpresas que cada vez son más escasas en el cine comercial. Una película bien trazada con sus objetivos fijos en el mero entretenimiento, pero que hizo que una narrativa sencilla se proyectara hacia el espectador como un engranaje suizo de eventos interconectados. La película presentó una amalgama de referencias a clásicos del misterio como Sleuth (1972), Deathtrap (1982) y, por supuesto, a la larga carrera de Ágatha Christie, con novelas como Asesinato en el Expreso de Oriente o El Espejo Roto, a las cuales homenajeó (y también contradijo) para encontrar su propia —e ingeniosa— forma de abordar un género. 

Ante una abrumadora positiva recepción crítica, fans y un paso triunfal por las premiaciones más importantes de su industria, surgió la pregunta del millón sobre la nueva entrega Glass Onion: ¿por qué Rian Johnson ha insistido en verla como un punto y aparte? En un principio esto podría sonar rarísimo, pero entrados unos minutos en la película, la respuesta se vuelve muy obvia, y la expectativa que tengamos con respecto a la anterior entrega se vuelve decisiva, lo cual puede jugar a favor o en contra.

El nuevo caso de Benoit Blanc lo lleva a pasar un fin de semana en una pequeña isla cerca de Grecia, junto a un variopinto grupo de celebridades convocadas por el multimillonario y genio tecnológico Miles Bron, quien ha organizado una fiesta donde, al puro estilo del popular juego Clue, los invitados se darán a la tarea de resolver el misterio de su asesinato. El instinto del detective lo hace sospechar que no todos los invitados son lo que parecen, y que entre ellos hay al menos una persona con intenciones siniestras para los demás huéspedes, hecho que lo llevará a descubrir el oscuro pasado de traiciones y amenazas del (aparentemente unido) grupo de amigos.  

Primeramente, podemos tomar a la película como el comienzo formal de Benoit Blanc como un detective icónico, de esos de firma corporativa como Hércules Poirot, Miss Marple o Sherlock Holmes. Glass Onion es un episodio de transición que comienza a definirlo y marca la diferencia con otros investigadores, además de establecer las temáticas en común que abordará su saga. Pero los planes de su director no son ningún enigma; basta con revisar algunas de sus entrevistas para deducir hacia dónde se inclinan sus ambiciones con esta, su primera franquicia, basada en rechazar la reproducción de las formas de su caso de éxito y esforzarse en proponer algo diferente.

Glass onion pelicula

Glass Onion cumple esa promesa y lo hace de manera radical, hecho que por bien que suene, fue lo que en su momento lo enemistó con los fanáticos de Star Wars en aquel controversial capitulo ocho. Y aunque en esta ocasión no podría alcanzar ese nivel de polémica, se advierte como un posible factor de decepción.

Entre los elementos de mayor contraste con su predecesora, establece (en casi todos los conflictos que presenta) un tono predominantemente cómico, y que delimita todo momento dramático para ir acorde con lo que nos ofrece: un misterio más sencillo pero trabajado con dedicación para disfrazar su naturaleza. Estrategia evidente en la metáfora de la cebolla de cristal: una historia llena de entretenidas interrogantes entre capa y capa, pero cuya respuesta se encuentra a simple vista.

Claro que de la teoría a la práctica hay un enorme margen de error, hecho que innegablemente puede hacer pecar a Glass Onion de boba o predecible, pero no necesariamente por descuido o pereza. Más bien, se trata de una propuesta totalmente deliberada, ligada intrínsecamente a sus personajes y al punto al que su director quiere llegar con su película: burlarse de esas irresponsables figuras públicas a quienes ensalzamos y otorgamos poder mediático

Cada sospechoso en esta historia se encarga de parodiar a personalidades famosas fuera de ficción y arquetipos modernos cada vez más comunes en el escenario público;  gente adorada y reconocida por aportar sus visiones “únicas“ al mundo, pero que no pasan de ser imprudentes o terriblemente insensatas. Johnson se da la oportunidad de conocerlos y ahondar en cada uno, demostrando que el motor del “star system“ moderno es el hambre por obtener poder sin ningún sentido. Sin embargo, no está dispuesto a darles la razón o a redimirlos si no lo merecen, y durante dos horas se dedica a mofarse de ellos y su estupidez para ocultar sus propias huellas.

No obstante, justo cuando crees que conoces hacia dónde irá su desenlace, una vez más Glass Onion subvierte tus expectativas y te enfrenta a una desagradable realidad: por más idiotas que sean, estos personajes tienen el poderío para salirse con la suya, pisotearte y dejarte sin nada. Un mensaje que hace eco desde lo más frívolo hasta lo más perturbador.

Estas disonancias que separan a una película de otra hace que —por más que queramos hacerlo y por contradictorio que parezca— sea inútil comparar Glass Onion con su predecesora. Comparten temas y lugares comunes, pero su forma de aproximarse a ellas es totalmente diferente: en este caso desde la comedia, la sencillez y el pesimismo. Al mismo tiempo, deja algún tipo de advertencia al público sobre el camino que seguirán las siguientes películas y cómo debemos aproximarnos a la saga; el punto es no dar por sentado absolutamente nada, pues muy probablemente llegarán y te entregarán todo lo contrario.    

Glass Onion está en Netflix

Tráiler Glass Onion: Un Misterio de Knives Out

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