10 imperdibles películas mexicanas en Netflix

Por: César Cárdenas
Es bien sabido que en nuestros días es imposible restringir las ofertas cinematográficas a las salas de cine, pero también que los catálogos de las gigantescas plataformas transnacionales no son precisamente el mejor lugar para hallar películas pertenecientes al cine de autor o al sector independiente.
A pesar de ello, proveedores como Netflix cuentan con contenido diversificado que incluye el trabajo de integrantes de la industria que apuestan por echar a andar sus ideas en formatos poco convencionales en países como México, donde existen trabas de financiamiento importantes, desde la producción hasta la exhibición, para llevar a cabos proyectos fuera de la categoría de comedias románticas.
Entre dimes y diretes, queridos cinéfagos, hoy traemos para ustedes diez películas orgullosamente mexicanas que están disponibles en Netflix.
10 películas mexicanas en Netflix
Sin nombre
Coproducción de México y Estados Unidos dirigida y escrita por Cary Fukunaga (True Detective). Este largometraje de 2009 se estrenó exitosamente en el Festival de Cine de Sundance obteniendo el premio al mejor director y al mejor apartado fotográfico, a cargo de Adriano Goldman (The Crown).
La ópera prima de Fukunaga fue bocetada en su cortometraje del 2005, Victoria para Chino, y resultó en un periplo enardecido que involucra actos espeluznantes de la Mara Salvatrucha de la región sur de México y el comprometido éxodo ferroviario de personas con nacionalidad hondureña hacia tierras norteamericanas.
Con Sayra (integrante de la caravana que busca llegar a cumplir el american dream) y Casper (un joven abandonado a las garras de la Mara y posteriormente enfrentado a una dualidad cultural) como protagonistas, el relato se convierte en una radiografía sobre los alcances de la violencia y la imposibilidad de conseguir bienestar (que representa un acto suicida) en países impotentes ante la crudeza de sus contextos.
Es importante su visionado por los personajes sólidos (como Smiley, mi favorito por su exposición ante la normalización de lo grotesco, interpretado por un infante Kristian Ferrer) con los que se puede empatizar fácilmente, además de su final apegado con la realidad vergonzosa, su el acercamiento a la subcultura de las clikas, los paisajes imponentes, el nivel de documentación y su capacidad para concretar una buena historia en 96 minutos, lapso durante el cual se argumenta la capacidad de conexión entre humanos aun en las condiciones más adversas que puedan encontrarse.
Noche de fuego
¿Qué no se ha dicho de semejante perla entre el barro? Todo, y por ello es que recomiendo ver esta película de 2021 dirigida por Tatiana Huezo que versa sobre la infancia y adolescencia de un grupo de niñas mexicanas, atenidas a los negocios del narcotráfico local y a la inacción de los aparatos represores del gobierno federal.
Ana, la protagonista encarnada por Ana Cristina Ordoñez en su etapa infantil y por Marya Membreño cuando da el salto hacia la juventud, es inmensamente poderosa cuando comparte pantalla con Rita (su madre, interpretada por Mayra Batalla), mientras cavan la fosa en la que debe esconderse si es que a los delincuentes quieren llevársela para traficar con su cuerpo.
Un relato que mantiene aspectos fundamentales del pasado documentalista de Huezo y que supera las expectativas del público con sus imágenes de infancias violentadas entre el rojo de las amapolas, desaparecidos, alacranes metafóricos, cadáveres, autodefensas y programas educativos sesgados, enmarcados en un fenómeno cíclico de supervivencia.
En su paso por el mundo, el filme basado en la novela extraordinaria de Jennifer Clement recogió premios como el Forqué a la Mejor Película Latinoamericana, el premio Nueva Generación de la Asociación de Críticos de Los Ángeles, Una Cierta Mirada en Cannes, tres galardones en el Festival de San Sebastián y numerosas nominaciones en eventualidades como los Satellite Awards, la gala de los Arieles, los Premios Independent Spirit y los Premios Platino.
Chicuarotes
Payasos que asaltan camiones, jóvenes en situaciones de peligro, una secuencia inicial de contraste entre la comedia y la violencia de los asaltos en el transporte público de la Ciudad de México; esto es Chicuarotes, dirigida por Gael García Bernal y asombrosamente bien llevada desde los papeles protagónicos del Cagalera y el Moloteco (Benny Emmanuel y Gabriel Carbajal, respectivamente).
Estrenada en 2019, el largometraje presenta la historia de estos dos adolescentes tardíos y chilangos (específicamente del pueblo de San Gregorio Atlapulco, Xochimilco) en una situación inalterable de marginalidad y crudeza que atenta contra su desarrollo. En busca de una suma importante de dinero para salir adelante, la dupla recurre al secuestro de un niño del barrio, entrando en un vórtice de eventualidades que les llevarán hasta el despojo total de sus condiciones “normales” de existencia.
Aspiraciones impresas en cajas de cerillos, padres golpeadores y alcohólicos con delirios de grandeza, ajolotes de pecera incapaces de obtener libertad (como referencia directa a los personajes de la película), homofobia, chococoyos rancios y charlas criminales irónicas en el funeral de un zagal prospecto a criminal, son aspectos presentes en el desarrollo de esta tragedia.
Es interesante verla por su cercanía con las condiciones actuales de algunos sectores de la ciudad y por las estampas que produce, como aquella en la que una radio vocifera que la vida es una belleza cuando el Cagalera, malherido, irrumpe implorando por el sostén de los brazos de su madre (Dolores Heredia), en una especie de paralelismo contemporáneo con La Piedad.
Ya no estoy aquí
En 2019, Fernando Frías de la Parra presentó un filme particularmente regional sobre la tribu urbana Los Terkos, integrada por Jeremy (Jonathan Espinoza), Pekesillo (Leonardo Garxa), Isai (Leo Zapata), la Chaparra (Coral Puente), la Negra (Fanny Tovar) y Ulises (Juan Daniel García, ), el protagonista que enredado en un conflicto entre pandilleros y narcotraficantes se ve orillado a huir de su natal Monterrey hacia Queens, Nueva York.
Ulises es otro exponente de las juventudes fracturadas y afectadas por la guerra civil que se libra en las calles del país sin descanso, un testigo de la injusticia de la realidad de la que quiere escapar, pero que le sigue a todas partes.
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Resaltan, en los 106 minutos de duración del filme, los valores del sincretismo, la universalidad musical, la desaparición de la subcultura Kolombia, el fenómeno de la migración impulsada por la aparición de células criminales imbatibles, la anarquía, el sentido de pertenencia que Ulises deja en su tierra y que intenta buscar en Estados Unidos, así como la construcción inacabable de la identidad.
Los Terkos se cuidan entre ellos, utilizan sus bailes como un escudo contra el entorno que les juzga y encasilla en estereotipos desgastados. El metraje es una explicación de choques culturales y expresiones artísticas, una representación que roza con el género documental.
La película ganó el premio a Mejor Largometraje Mexicano en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), la Pirámide de Oro y el galardón a Mejor Actor en el Festival Internacional de Cine del Cairo, así como diez reconocimientos Ariel, entre ellos Mejor Película, Mejor Fotografía y Mejor Diseño de Arte.
El infierno
La inclusión El infierno en este listado de películas mexicanas en Netflix es necesaria por sus repercusiones en la cultura popular mexicana de nuestra era. El Cochiloco (con una interpretación inolvidable de Joaquín Cosío) pasó al plano de la conversación cotidiana con todo y frases célebres, pero no se podía esperar menos del trabajo de Luis Estrada, director de cuatro retratos satíricos sobre la sociedad mexicana y su contexto político, al parecer, inmutable.
Tres de estas muestras (La ley de Herodes, El Infierno y La dictadura Perfecta) se encuentran en la plataforma, pero he decidido elegir la historia de Benny García porque me parece que es la única que tiene una estructura que provoca, más que asombro, dolor en los que le observan, debido al sentimiento de desvalijo que produce su desenlace y al círculo violento que representa.
Con un elenco lleno de nombres con trayectorias con un gran peso dentro de la industria del cine mexicano (Isela Vega, Ernesto Gómez Cruz, Maria Rojo, Dagoberto Gama), El Infierno es el humor negro encarnado en un filme de 148 minutos que resalta el impacto de la guerra en contra del narcotráfico iniciada en el sexenio de Felipe Calderón, y la cual, al parecer, nunca va a culminar.
La iglesia —representada en un obispo acaudalado con lentes negros que provocan ceguera social—, un pueblo azotado y conformista por necesidad y un gobierno criminal componen la fauna de este relato que presenta un agandallado recrudecimiento gradual y un espíritu de falsa evolución dentro del bienestar que corrompen al personaje protagónico de Damián Alcázar (actor fetiche de Estrada), quien se encuentra en el infierno terrenal.
Matando Cabos
Esta comedia de 2004, dirigida por Alejandro Lozano y producida por los hermanos Rovzar, es otro hito dentro de la cultura popular gracias a El Mascarita (quien también salió del ronco pecho de Joaquín Cosío), la secuencia de la persecución del camionero bizco y la utilización de recursos como aquella secuencia de la ensoñación a blanco y negro de Mascarita mientras maneja o los flashbacks de Cabos.
La mítica figura de Oscar Cabos (Pedro Armendáriz Jr.) y sus anécdotas ruines sazonan esta historia de enredos que nunca deja de lado su ritmo. Resalta el cuarteto integrado por Javier “El Jaque” (Tony Dalton), El Mudo (Kristoff Raczynski), El Mascarita y su excéntrico guardaespaldas Tony (Silverio Palacios, quien en 2005 ganó el premio MTV a la escena sexual más bizarra por este filme), quienes se inmiscuyen en una historia de secuestros generada por la colérica reacción de Cabos al descubrir la relación entre su empleado Javier y su hija Paulina (Ana Claudia Talancón).
Disfrutable, ágil y creativa, Matando Cabos está dentro de las comedias predilectas de este pobre mortal que recomienda su visionado en alguna tarde libre de domingo para avivar el sentimiento godín que Javier tiene por regresar al trabajo aún después de semejante desorden chilango (con rola ñera incluida: La Reina de Polanco).
Belzebuth
Una de las pocas películas de terror mexicanas que ofrece Netflix en su catálogo. Belzebuth, dirigida por Emilio Portes, se estrenó en 2017, reavivando la llama del género en México con la historia del oficial Ritter (Joaquín Cosío, que al parecer es actor fetiche de este texto), quien, trastocado por la muerte de su recién nacido, configura el engranaje de una serie de manifestaciones demoníacas espeluznantes.
Si bien el cine de terror nacional suele venir acompañado de tramas simplonas y recursos genéricos, el caso de Portes es valioso precisamente por lo contrario: el cuestionamiento directo a la forma contemporánea, distinguida por fórmulas para funcionar en la taquilla.
En Belzebuth sorprenden las escenas como la del cristo de madera endemoniado o la de la alberca atestada de infantes próximos a ser electrocutados. Lo sacro, las tradiciones oscuras de México y la parapsicología se mezclan en una película de 115 minutos que experimenta con frescas técnicas para crear terror, aderezadas con la presencia de Tobin Bell, famoso por su papel como John Kramer en la saga de Saw,
Su clímax me parece una de las secuencias más completas (en cuanto a características, desarrollo y ambiente) no sólo dentro de la categoría de posesiones del cine mexicano, sino del cine de usufructos demoníacos de todos los tiempos. Sin duda, habrá que exigir que las nuevas películas continúen con lo que Portes se atrevió a poner sobre la mesa.
Güeros
Gracias, Alonso Ruizpalacios, por dirigir Güeros, porque habemos muchos universitarios perdidos en búsqueda de una película que encapsule aspectos vitales para el entendimiento del crecimiento juvenil en la sociedad mexicana y que se permita el miedo a la adultez y a la vida en el exterior.
Sombra (Tenoch Huerta), Santos (Leonardo Ortizgris), Tomás (Sebastián Aguirre) y Ana (Ilse Salas) protagonizan una road trip chilanga que intenta quitar una espina del corazón de los hermanos Sombra y Tomás: conocer al ídolo musical setentero Epigmenio Cruz.
Pasando por Ciudad Universitaria, el Centro Histórico, el Poniente y el Oriente de la urbe, el cuarteto de personajes emprende, también, un viaje de interiorización que se enfrenta a sus tigres personales, esos que les impiden acabar tesis, hablar con sus familias y, simplemente, vivir. A blanco y negro, Ruizpalacios nos encuentra con la desesperación provocada por la inacción, con el sentimiento de lejanía y con el silencio de aquel magnífico casete .
Entre música de Agustín Lara, el contexto de una huelga universitaria, conversaciones absurdas y el rompimiento de la cuarta pared, Güeros brilla intensamente entre la comercialización deslavada de esta plataforma.
El baile de los 41
La recreación de uno de los momentos más dolorosos y, convenientemente, más olvidados de las conductas homofóbicas públicas de México es lo que representa El baile de los 41, bajo la dirección de David Pablos, quien tuvo la astucia de recuperar la historia de la redada en contra de 42 hombres homosexuales acribillados por la represión del estado porfiriano y la opinión pública de principios del siglo XX.
La película es protagonizada por Alfonso Herrera como Ignacio de la Torre, yerno del presidente Porfirio Díaz, y Mabel Cadena como Amada Díaz, la hija de Díaz que tantos sentimientos encontrados desataba en su padre gracias a sus raíces indígenas. La relación entre los personajes es cada vez más desgastante por las preferencias sexuales de Ignacio, integrante de El Club, un organismo secreto gay de opulencia.
La ambientación es magnífica, los edificios del Centro Histórico transpiran lo necesario para adentrarnos en este relato sobre “el amor socrático” y la violencia perpetrada por un estado lleno de apariencias y tráfico de influencias. Hay fotogramas y momentos que destacan sobre los demás, como el de Eva (Emiliano Zurita) con el cabello a medio cortar y el rostro mancillado o, incluso, la secuencia final del apresamiento y humillación de los 41.
La furia de Amada (cuyo trabajo histriónico deja sin palabras), el sufrimiento silencioso de Ignacio y las expresiones artísticas de los 42 conforman un metraje necesario para la conciencia histórico en la cinematografía actual.
Amores Perros
Perros que unen chilangos, cine coral con una triada de historias condensadas en un accidente automovilístico, hiperfragmentación (haciendo eco de las palabras recurrentes del maestro Ayala Blanco sobre este filme), sangre por litro y pasiones desatadas; Amores Perros de Alejandro González Iñárritu del año 2000 es un poco de lo anterior y mucho de un clásico del cine de nuestros días.
Haciendo uso de las calles citadinas, un soundtrack explosivo y un guion realizado en colaboración con Guillermo Arriaga, Iñárritu dio vida a una película de 154 minutos que, a través de historias de traición, de amores prohibidos y de peleas clandestinas de perros, explora el animalismo que vive dentro de la raza humana.
La rapidez para descubrir estas ventanas de destrucción sorprende a más de uno al ritmo de Lucha de gigantes, mientras los ladridos invaden los departamentos aspiracionistas y se pierden en los quirófanos que terminan con carreras de modelaje. Amores Perros encuentra su grandeza en los momentos desenfrenados que dejan mal parados a los protagonistas.
Gael García Bernal, Vanessa Bauche, Emilio Echevarría, Goya Toledo, Marco Pérez, entre otros, dan vida a la pléyade de protagonistas de la ópera prima de Iñárritu que vive en la memoria de los mexicanos a más de veinte años de su estreno, misma que dejó una estela importante de reconocimientos, entre los que están 11 premios Ariel, el Tokyo Sakura Grand Prix por Mejor Película y la nominación al Oscar a Mejor Película de Habla no Inglesa.
Con este título doy por concluido este recorrido a través de algunas muestras de la grandeza del cine mexicano dentro del catálogo de Netflix. Permítanse asombrarse, cinéfagos, entre rottweilers, cuernos de chivo, amapolas, vestidos de noche, dientes afilados, demonios y cumbias rebajadas. Esto es sólo una parte del potencial de nuestro cine.
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