Temporada de Campo: un atento retrato del crecer | Entrevista

Por: Carlos Carrizales
La vida en el campo suele pensarse desde la romantización que ve en ella la utopía desacelerada de la vida moderna o desde la condescendencia urbana que ve pasividad y rezago. Temporada de campo, sin embargo, se adentra en la experiencia al interior de ella para, con una observación sensata y lúcida, describirla con la mirada.
La ópera prima de la directora Isabel Vaca realiza un retrato contemplativo, pero cercano, de las ideas, sueños y vivencias de Bryan, un niño que vive en el pueblo de Ojuelos, en Jalisco, y que pasa sus veranos en el rancho La Punta, donde trabaja su familia. Sus juegos, sus pensamientos sobre la escuela, sus expectativas del trabajo en el rancho, su relación con su padre ausente y otros aspectos, constituyen el núcleo emocional de esta obra sensible a la cotidianeidad y que, sin juzgar, contempla el entorno y sus dinámicas propias, en donde el niño crece, como todo lo que le rodea.
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La cercanía de la directora con la vida de campo determinó la selección del tema. Su familia se dedica a la crianza de toros de lidia y la familia de Bryan ha trabajado con ellos desde hace años. Las dificultades para acercarse al ambiente masculinizado de los vaqueros, la llevaron a decidirse a hacer de Bryan su protagonista para que, a través de sus dinámicas y rutinas, se transparentaran asuntos como la migración o el proceso de crecer.
Temporada de campo se presentó en los festivales Visions du Réel, Hot DOCS y Zanate. Ganó el Premio del Público del 19 Festival Internacional de Cine de Morelia y el premio a Mejor Documental en el Miami Iberoamerican Film Festival. En esta entrevista, Isabel Vaca y el productor, Arturo Mendicuti, nos cuentan los aprendizajes que obtuvieron con la realización de su primera película y las reflexiones que intentan motivar en la audiencia.
Entrevista con los creadores de Temporada de campo
Isabel, has dicho que intentaste involucrar a Bryan durante el proceso de rodaje. Con esto en mente y reconociendo que, al final de día, son las personas quienes abren su intimidad y sus vidas, ¿hasta qué punto consideras que el documental es una co-construcción con los protagonistas?
Pienso que es una construcción entre el director, el crew y los personajes. Definitivamente es un trabajo en equipo, aunque pueda ser un poco inconsciente de parte de ellos, pues, al final, son los que te prestan sus historias y sus vidas para que tú las cuentes con tu cámara. Es una responsabilidad muy grande tomar esas historias que no son tuyas y configurarlas a través de la narrativa. Entonces lo mínimo que merecen los personajes es honestidad, saber qué quieres contar para que decidirán si se quieren subir al barco. En este caso fue muy lindo porque comprendieron lo que buscaba y compartieron conmigo lo que pensaban y sentían.
En el documental hay un proceso de estetización de la vida cotidiana. Previamente han comentado acerca de los retos de la producción, en cuanto a limitaciones y complicaciones en el rodaje. ¿Cómo los condicionantes de la forma, físicos y materiales, determinaron la construcción del tema, del fondo?
Isabel (Isa): Desde el inicio, traté de adaptar la historia lo más que se pudiera, para que el documental fluyera. Había que adaptarse a los lugares, a las rutinas de los personajes, saber qué tanto podíamos entrar en sus espacios. El documental siempre tiene esos retos, sobre todo aquellos como este que son observacionales y dependen de lo que suceda en el día a día. Detrás hubo un largo trabajo de acercamiento para desarrollar una relación con ellos, pues no es lo mismo conocer a alguien de “hola” y “adiós”, a estar grabando 24 horas juntos.
Arturo (Art): Resultó muy útil el haber sido una producción reducida, no solo de personal sino de equipo técnico. También fue que la película así se dio desde el financiamiento, pues no teníamos tanto dinero, así que dijimos “vámonos pequeños” porque tampoco podíamos llevar mucho. Si así hubiera sido, la película sería totalmente distinta, sin lograr esa cercanía. Esto también ayudó a que el equipo y los protagonistas terminaran como una familia, fuimos parte de su cotidianidad.
Han comentado que tuvieron muy poco control en muchos aspectos. ¿Qué aprendizajes les dejó para el quehacer cinematográfico?
Isa: El fluir. Estoy acostumbrada a hacer proyectos de publicidad, en donde puedes repetir la toma 10 veces, y aquí me enfrenté con situaciones donde algo sucedió y ya, no los iba a poner a repetir una conversación u otras cosas que surgían espontáneamente; entonces inicié muy nerviosa, tratando de captar todo, todo el tiempo y tuve que acostumbrarme. Eso es lo bonito del documental, que te regala momentos que no esperas. Lo importante es prepararte para estar lista cuando sucedan esas cosas: conocer lo que platican, qué les gusta, su rutina. Aprendí a fluir y a construir historias sobre la marcha; al final del día escribía y encontraba que tenía escenas de algo y de otro no, fue algo que requirió de mucha constancia.
Art: Nos obligó a ser muy ágiles para reaccionar a lo que sucediera. Teníamos que tomar decisiones rápidas que involucraban, a veces, no filmar, porque son niños y estaban cansados, o de repente queríamos grabar algo del trabajo y al final no se podía a pesar de haber montado cámaras o hecho pruebas. Fuimos aprendiendo a estar muy cerca de ellos. El trabajo de investigación, que fue de 2 años, permitió conocer bien su dinámica y tener siempre un plan B; si Bryan no quería grabar, podíamos avanzar con paisajes, por ejemplo. Desde la producción, traté de ayudar a Isabel para que pudiera cambiar su plan de rodaje y decidir lo que quería filmar.
Una vez exhibida su obra, ¿creen que Temporada de campo desafía lugares comunes acerca de la niñez, los entornos rurales y aquellas visiones condescendientes que se tienen desde lo urbano?
Art: Creo que Temporada de campo no subestima a la niñez, sino que intenta ser una mirada lo más fiel y honesta de la vida de Bryan y cómo se enfrenta a los problemas que lo rodean en el campo, sin ser amarillista acerca de cómo es ese entorno. Intentamos dignificar su labor, sus sueños, lo que le gustaría ser mañana, lo que muchas veces desde la ciudad no contemplamos. Espero que el documental lleve al público a hacer una reflexión de las situaciones que vivimos en México y a reconocer que en el campo se existe, se vive.
Isabel, ¿cómo consideras que Temporada de campo enriquece los retratos de la infancia y su diversidad?
Ahora que lo dices no hay tantas ficciones que hablen de la infancia, aunque documentales sí, hay varios que me gustan. Yo quería hacer un retrato que no tomara una postura como, por ejemplo, en el caso de la escuela: “como eres niño tienes que acabar la escuela” … pues no necesariamente, hay situaciones distintas. El reto fue buscar la manera de hablar de temas de los que quería hablar a través de la mirada de los niños, como la migración, la violencia o el crecer, buscando esas dinámicas, platicas y juegos entre ellos.
Aunque esta sea su opera prima, si tuvieran que escribir un manual o libro de consejos sobre cómo hacer cine documental, ¿qué lecciones darían?
Art: Temporada de campo es nuestra primera película, en dirección y producción, así que con ella aprendimos a hacer documental. Hay varios aprendizajes: el primero es la investigación, no la subestimen nunca, hay que dedicarle el tiempo necesario para estar con las personas, crear esa intimidad. El segundo es darle prioridad a la historia; tercero, no detenerse por el presupuesto. En México es difícil levantar una película, hay pocas formas de financiar los proyectos, pero tenemos la ventaja de vivir en una época donde es relativamente fácil conseguir una cámara y un micrófono, así que no hay que detenerse por eso.
Isa: Diría que hay que saber escoger muy bien qué se quiere decir y por qué, ya que el camino es muy largo, desde que se tiene la idea hasta que se exhibe la película, y pasa mucho en medio. Debe ser una historia con la que conecten y, si es así, podrá conectar con otros. Habrá muchas veces que querrán tirar la toalla y la razón por la que cuentan esa historia será la motivación para no hacerlo.
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