The Black Phone: una premisa que pudo lograr más | Crítica

La figura del robachicos es, por lo menos en la cultura mexicana, uno de los miedos primigenios en la infancia. Muchos crecimos con el miedo latente de ser secuestrados sin la posibilidad de ver de nuevo a nuestra familia o regresar a nuestras casas. Tal como señala la doctora Susana Sosenski en su más reciente libro, Robachicos: Historia del secuestro infantil en México (1900-1960), la potencia que cobró esta figura en el imaginario de la sociedad se debió en gran medida a la amplia difusión que dieron los medios de comunicación (durante el porfiriato y periodos posteriores) a algunos casos icónicos de niños secuestrados, lo cual culminó en una amplia producción de productos de entretenimiento como fotonovelas, cómics, canciones infantiles y, por supuesto, películas.
No es extraño que el cine de terror se nutra, además de algunos tópicos trastocados a lo siniestro, de aquellas cosas y situaciones que representaron nuestros primeros miedos en edades tempranas, muchas veces definidos o exacerbados por su contexto de producción. En Latinoamérica está normalizada la idea de que las calles no son seguras para los niños, no así en países de primer mundo donde resulta de lo más normal que un niño pueda estar por las calles de su barrio sin que esto signifique que está en peligro. Bajo esta idea la premisa de The Black Phone cobra mayor fuerza.
La película es la más reciente de Scott Derrickson, director cuyo trabajo se ha desarrollado principalmente en el cine de terror y ha sido reconocido por títulos como El exorcismo de Emily Rose (2005), Sinister (2012) y la primera entrega de Doctor Strange (2016). En The Black Phone asistimos a un pequeño poblado de Estados Unidos a finales de los 70, donde se ha suscitado la desaparición de varios niños. Dichos secuestros son perpetrados por un sádico asesino serial que disfruta de torturar a niños hasta la muerte en un sótano a prueba de ruidos pensado para este propósito. Cuando Finney, el protagonista —proveniente de una familia disfuncional— se convierte en víctima de “El raptor” y es llevado al sótano, encontrará en él un teléfono negro sin conexión, pero que le servirá como medio de comunicación con las anteriores víctimas del asesino, quienes a través de sus vivencias le ayudarán a escapar de su captor.
El guion está basado en el cuento homónimo de Joe Hill, y aunque es notoria su riqueza en cuanto a las referencias a cintas y tópicos clásicos del terror, sus puntos más débiles están justamente en los elementos narrativos. Los simbolismos parecen estar presentes, sin embargo, no terminan de funcionar; ahí están los globos negros, el teléfono negro o incluso la naturaleza de la máscara del raptor. De igual manera, funciones de algunos personajes terminan por sobrar, como la participación de Gwen (Madeleine McGraw), hermana del protagonista. Ante la incapacidad de las autoridades, ella ayuda a la policía a encontrar la locación de su hermano mediante premoniciones de naturaleza onírica, situación que si fuese eliminada de la historia, no afectaría a la trama. Sin embargo, son en este tipo de situaciones donde Joe Hill deja clara su ascendencia literaria de la cual ha intentado despegarse, que es justamente la literatura de su padre.
Aun con ello hay alegorías que llegan a buen puerto, como algunos discursos en ciertos personajes y sus acciones. Podemos pensar en el primer par de niños secuestrados, ambos pertenecientes a minorías y cuya ayuda a Finney mediante el teléfono resulta de gran valía para su escape, representando el sacrificio de unos para la subsistencia de otros. Además, todos los niños que se comunican con el protagonista carecen de nombre. Esto es una muestra de la deshumanización que sufren al ser víctimas de la tortura y el asesinato, convirtiéndose así en entes anónimos, partes de una estadística.
Podemos pensar en Finney y el Raptor como una especie de dualidad, pues los dos provienen de familias con padres violentos, experiencia que encausan a finales distintos; el Raptor llevará el castigo físico como marca especial a una constante encarnada en la figura del cinturón, así como al fratricidio. Finney, por el contrario, encuentra en su hermana una figura para sobrellevar su vida llena de abusos, y se enfatiza su intento de mantenerse a raya de la violencia, lo cual termina por virar a su favor.
Ethan Hawke hace un trabajo excepcional en su interpretación de “El raptor”. Lo mismo se convierte en un personaje intimidante y terrorífico que en el infante abusado que justifica su actuar presente o el mago solitario que habita el pequeño poblado sin ser notado por los demás. Estos tres matices logran que el personaje lleve gran parte de la película sin opacar el trabajo actoral del resto del elenco.
A nivel técnico, The Black Phone cuenta con un ritmo agradable que hacia el final se ve entorpecido en pos de un happy ending que busca la reconciliación del personaje principal con su relación familiar. El trabajo de la cámara es acertado, una cámara siempre en movimiento que le da un giro al jumpscare del cual el cine de terror, últimamente, abusa tanto. No es la clásica cámara fijada en un punto, creando en el espectador una espera suspensiva como la tendencia que en su momento marcó Rec. Estos elementos visuales, sumados a una fotografía bastante decente, hacen justicia a la reputación del director para que en un futuro se pueda hablar de un estilo propio.
Pareciera que los problemas que tiene la película se deben en gran medida a su base literaria. A diferencia de su personaje, Joe Hill no logra reconciliarse con su padre y termina por hacer una especie de hurto de gran parte de sus tópicos y recursos narrativos, sin que esto signifique que pueda ejecutarlos y desarrollarlos de manera exitosa. Su raptor, si bien es imponente, no llega a ser una Annie Wilkes, tan terrorífica como icónica. Gwen y sus poderes oníricos encuentran su origen en un Danny Torrance de The Shining; sólo por mencionar un par de ejemplos. The Black Phone queda como testimonio de una premisa que pudo ser más de lo que se logró en la pantalla, pero cuyos problemas narrativos sobresalen al genio del director.
Tráiler de The Black Phone
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