Drive My Car: Chéjov y Murakami en lo nuevo del japonés Ryûsuke Hamaguchi

Por: Iván Guzmán
Un Saab 900 Turbo color rojo recorre las calles de Japón. Dentro una pareja conformada por Yusuke y Oto Kafuku divagan y hablan sobre su vida como pareja, sus planes, sus aspiraciones como artistas: él actor y director de teatro; ella guionista de televisión. Incluso, cuando Yusuke toma solo el automóvil ella está presente, pues en el estéreo reproduce grabaciones en las que ella da réplica a los guiones de los personajes que ha de representar (en esta ocasión Tío Vanya del ruso Chéjov). Como director y actor de la obra mencionada, el personaje se verá obligado a compartir su auto con Misaki Watari, una joven designada para ser su chofer y con quien comenzará un toma y daca de conversaciones, develando partes del pasado de ambos.
Drive My Car es la adaptación del cuento homónimo del escritor Haruki Murakami, compilado en el libro Hombres sin mujeres, el cual reúne textos sobre la soledad y el duelo, y cuya perspectiva es la de hombres que sufren la ausencia de una mujer. En la adaptación cinematográfica la idea central está ahí, pues nuestro protagonista sufre la ausencia no sólo de una mujer, sino de dos. En primera instancia de su hija, quien fallece siendo una niña, y posteriormente la de su esposa, cuya relación es en apariencia estable, aunque pronto se nos revelará como construida sobre el silencio de Yusuke a sabiendas de diversas infidelidades que justifica en un duelo no concluido por la hija.
Yusuke reconoce en la muerte de su hija un parteaguas en la relación con su esposa. Después de esto, ella comienza a crear a partir del acto sexual; las historias que formula nacen de un estado similar al de duerme-vela —del cual después no recordará nada— y será Yusuke el encargado de rememorarlas. Así, en Drive My Car el acto sexual es visto como un acto creador quizá de hijos no mortales ante el doloroso duelo que vive la pareja por la pérdida de su hija.
Drive My Car se distingue por su ritmo lento. Hamaguchi no tiene prisa en contar la historia de Yusuke, y tal vez en realidad sea él quien no tenga ganas de contarla. Sobre este aspecto del ritmo, el mismo director se burla cuando en la película —durante la lectura en tres idiomas del guion de Tío Vanya— se enuncia:”las partes en otro idioma me dan sueño”, a lo que su interlocutor responde: “a mí igual, y por eso lo he tomado como un mantra”, dejando claras las intenciones del cineasta ante la creación de una suerte de espacio onírico en la pantalla.
A este ritmo se le suman el preciosismo de las imágenes y su fotografía: observamos grandes planos generales del automóvil rojo que atraviesa la ciudad tanto de día como de noche. Sus largas distancias no sólo son un elemento que busca ralentizar el tiempo de la narración, sino que se convierte en parte del eje temático, el cual toma prestado de su hipotexto El tío Vanya, cuya temática central es el paso del tiempo ante la monotonía de un personaje que ha delegado su vida en pos del bienestar de los demás. En este sentido, Yusuke Kafuku es un moderno tío Vanya que ha perdido las motivaciones por vivir tras replantearse la relación con su mujer, abruptamente terminada por su muerte. Sin embargo, se reconoce incapaz de interpretar el papel del tío Vanya ya que, según sus palabras, Chéjov te obliga a confrontarte a ti mismo y evoca al verdadero ser. En Yusuke se trata pues de la pérdida y el miedo a la confrontación.
Otra de las principales características de la obra de Chéjov aparecen en el filme; el tío Vanya encarnado en Yusuke y su rival Serebriakov en Kōji Takatsuki, el amante de Oto. Él es una estrella de televisión joven y atractiva de quien Yusuke tiene envidia, no sólo por la relación con esposa, sino porque este joven vive únicamente para su disfrute, cosa que Yusuke no logra hacer.
Drive My Car y el automóvil como diván
La presencia de la conductora Misaki Watari es la que desnuda todas las controversias mentales del protagonista y quien convertirá al automóvil rojo en una especie de diván del terapeuta, primero creando un espacio de silencio y, posteriormente, uno de escucha para que Yusuke se sincere sobre sus sentires ante su esposa y su pérdida. Tras una serie de largas conversaciones, también Misaki comenzará a develar sus propios duelos. En este sentido, los personajes forman una suerte de vínculo padre-hija (Misaki tiene la edad que tendría la hija de Yusuke si viviera) y ambos se perciben como culpables de una muerte que, según su percepción, pudieron evitar, pero no lo hicieron.
La secuencia donde ambos comparten ese sentir sucede ante las ruinas de la casa de Misaki, durante una nevada. La nieve toma el clásico simbolismo para la cultura oriental de dejar ir y desprenderse para después recibir el florecimiento de lo que ha de venir, ejemplo de esto son el Oldboy de Park Chan-wook y más recientemente el diálogo final de El juego del calamar. El automóvil representa para Yusuke el pasado donde está atrapado y se resiste a soltar, mientras, para Misaki es la promesa de un nuevo futuro, pues es justamente un coche (robado a su madre) lo que le permite escapar de su anterior vida.
Todo lo anterior hace de Drive My Car una película reflexiva y contemplativa en la cual, como lo hacía el mismo Chéjov, se presentan las vicisitudes de los personajes respecto a su confrontación con su propio ser y sus matices humanos. De Murakami toma las reflexiones en torno al duelo, la soledad y, principalmente, los problemas de no-comunicación. No sólo toca varios temas, sino que lo hace con maestría, producto de un guion sólido y una cinematografía que lo adapta en imágenes a la perfección.
La película más reciente del director japonés Ryûsuke Hamaguchi ganó el premio a Mejor Película Internacional en los Oscar 2022. Aunado a esto, cuenta con alrededor de 100 nominaciones y 60 victorias, entre las que destacan los cinco premios ganados en Cannes, incluida la Palma de Oro para Hamaguchi.
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