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No miren arriba: una sátira simplona y banalizada | Crítica

No miren arriba: una sátira simplona y banalizada | Crítica

Por: Iván Guzmán

Un meteorito se aproxima hacia la tierra. El impacto será, cuando menos, extintivo. Un par de astrónomos hacen el descubrimiento y se perfilan a toda prisa a prevenir a las autoridades correspondientes, sin embargo, estas los eluden y no prestan atención a sus advertencias; los hacen esperar por horas y les cobran los snacks gratuitos. Así que, frustrados y agotados, nuestro par de científicos no encuentra más remedio que acudir a los medios, de quienes obtienen la atención solicitada…pero no de la forma esperada.

No miren arriba (Don´t look up) es la más reciente película de Adam McKay, ganador del Oscar por La gran apuesta (The Big Short, 2015) y un aclamado comediante por sus distintos trabajos al lado de Will Ferrell, entre otros. Su estilo demuestra ser hasta cierto punto satírico al encarar aspectos de la sociedad y criticarlos a través del chiste y la burla. En No miren arriba no sucede lo contrario, sino que esta práctica se reafirma y parece ser llevada a su máxima expresión.

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El peso de la trama está sobre el par de personajes principales, el Doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) y su estudiante Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), quienes encaran dos vertientes del discurso científico y del actuar humano. Cada uno de ellos evoluciona por lados diferentes e incluso inversamente proporcionales. Mindy pasa de ser el doctor profesional y científico a ser el humano pasional y seducido por los medios y el internet, mientras que Dibiansky deja de ser un personaje ansioso para convertirse en quien toma el control de la situación. De igual manera, este par exhibe lo perjudicial que puede ser la relación de la ciencia con los medios, pues a medida de que Mindy es seducido por estos, pierde su credibilidad y su certeza de estar en lo correcto, mientras que el sentido agudo y crítico de Dibiasky surge de la ruptura con su novio, quien encarna a los medios de internet y el clickbait.

El filme manifiesta su intención de ser una comedia desde el inicio al presentar una cita de Bob Monkhouse, uno de los cómicos norteamericanos más conocidos, y casi inmediatamente define el tono en el que se desarrollará cuando observamos un póster que habla sobre la destrucción del planeta. La sátira ha sido puesta sobre la mesa.

Sobre dicho tema ambiental, la construcción de la película está muy detallada y cuidada. Durante toda la cinta vemos inserts (planos de detalle) del planeta y su naturaleza, seguidos de basureros o del consumo humano que ha terminado por arruinarlas. Las locaciones de La Casa Blanca se encuentran plagadas de retratos de expresidentes que han fungido como una parte importante en el deterioro del ambiente, así como cuadros de la historia infame norteamericana como la persecución de los nativos.

En el caso de la comedia, recordemos que existe una máxima atribuida muchas veces a Molière pues, según esta tradición, a través de ella se busca “corregir las costumbres riendo”, sin embargo, McKay no es Molière, y lo que en el papel parece ser una gran idea termina por convertirse en una sátira simplona y banalizada; en gran medida por lo evidentes que resultan sus referentes, desde la figura presidencial megalómana y trumpiana, hasta el empresario tecnológico, pasando por la figura pop y la mediatización de su vida sentimental hasta los negacionistas y sus feroces campañas en redes sociales. McKay intenta mofarse de todo el entorno actual —y no deja punto sin tocar— como la brecha de género reflejada en Mindy, quien en un inicio da todo el crédito a su estudiante que ha hecho el descubrimiento para, al final y frente a las cámaras, admitir el honor de dar la cuenta regresiva para el cohete que ha de salvar a la humanidad. Sin embargo, esta sátira tan puntualizada y contextualizada podría no ser entendible fuera de su contexto mismo.

No miren arriba: una sátira simplona y banalizada | Crítica

Hay un punto que parece trascendental y bien tocado por McKay, que es la cultura del bienestar y la banalización de la catástrofe, la cual es cuestionada por ambos científicos. Mindy se pregunta “¿Cómo puede ser delito decir la verdad?” y Dibiansky enuncia “No todo debe ser divertido” ante la desesperación de observar a los presentadores de televisión tratando de hacer de la noticia del fin del mundo algo divertido, para posteriormente terminar convertida en un meme.

Ya hemos tenido ejemplos de crítica a esta cultura del bienestar y la felicidad impuesta como lo es Joker, de un director con larga escuela en la comedia, Todd Phillips. Sin embargo, esta última está tan bien trabajada que termina por ser una tragedia tirando al suspense psicológico, y cuyo cuestionamiento al mundo feliz es de una elegancia magnifica. Pero la sátira de McKay termina por parecerse más a Este es el fin  de Goldberg y Rogen, que satiriza a sus actores presentándolos como ellos mismos ante un escenario de catástrofe, y si bien resulta divertida, no tiene la elegancia que muchas veces requiere la comedia.

Si hay algo que rescatar en No miren arriba es sin duda es su banda sonora, realizada por Nichollas Britell, responsable de la música de Moonlight, If Beale Street Could talk y más recientemente de Succession, y quien con esta película  suma su tercera nominación al Oscar. Y es justo la música de Britell la que enmarca la que es quizá la mejor secuencia del filme, la del impacto y fin del mundo. En esta observamos a los habitantes del planeta huyendo por sus vidas, mientras que en la cima de un monte, un indígena —ícono de la lucha por la preservación—, continúa tratando de detener la catástrofe, una vez que todos se han rendido, incluida la ciencia. Por desgracia esta magistral secuencia es opacada por los diálogos finales que incluso se tornan moralinos, y el final de la llegada de la clase política y económica a otro planeta que no termina de encajar en el discurso de la cinta.

No miren arriba es una comedia divertida que intenta hacer sátira del tiempo que la contextualiza, sin embargo termina por ser parte de aquello que critica al contribuir a la banalización de los temas que intenta tocar. La película disponible Netflix está nominada a 4 premios Oscar: Mejor película, Mejor Edición, Mejor Banda Sonora y Mejor Guion Original; será interesante ver qué honores le concede la Academia en su próxima entrega de premios.

Ve el trailer de No miren arriba 

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