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Naked Lunch: Burroughs, Cronenberg y la metaficcionalidad

naked lunch david cronenberg

Por: Iván Guzmán 

Sentir emociones terroríficas o conocer seres repugnantes desde la comodidad de la pantalla parece ser una de las experiencias que más disfrutan los espectadores, de ahí que el género del horror sea uno de los que más atraen al público.

Sin embargo, estos elementos pueden esconder metáforas sociales, miedos escondidos o, en casos extremos, los quiebres de la psique humana. Uno de los directores que ha logrado juntar sus obsesiones y dichos elementos es el canadiense David Cronenberg, considerado un maestro para incomodar a la audiencia. Obsesionado con la enfermedad y el enfrentamiento de la máquina con lo orgánico, conjuga ambos tópicos en el horror corporal; utiliza al cuerpo como una herramienta para trastocar los límites de la otredad y de lo interno y externo que nos hace humanos.

En 1991, la carrera y estilo del cineasta ya estaban asentados luego de su trabajo en Videodrome (1983), The Dead Zone (1983) (basada en la novela de Stephen King) y The Fly (1986) (basado en el cuento de George Langelaan.) Sin embargo, la cinta con que la que fue más allá de sus temas retomó un libro del escritor beatiano William S. Burroughs, publicado en 1959 y titulado Naked Lunch, un compendio de viñetas de las experiencias del autor con las drogas y otros excesos.

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Más que una adaptación textual,  la película es un retrato de la filosofía de la escritura de Burroughs y los fetiches visuales del director. Se combinan otros textos del autor y episodios de su vida con las obsesiones de Cronenberg, tales como la visceralidad narrativa y la explotación de la sangre.

La historia de la película compensa la no linealidad de la novela. Se entreteje una red con elementos de metaficción, tanto del proceso de escritura de la propia novela, como de la vida de William S. Burroughs (los personajes de Hank y Martin basados en Jack Kerouac y Allen Ginsberg). O el famoso episodio en el que bajo los efectos de la droga y el alcohol Burroghs jugaría a sentirse Guillermo Tell, causando la muerte de su esposa,  Joan Vollmer Adams Burroughs. Y bien podría entenderse como una doble metaficcionalidad; primero, la de Burroughs con su texto, y luego la de Cronenberg con su experiencia al leer a Burroughs y su acercamiento a la vida de éste.

En la película, dicho momento se retrata como el punto de quiebre en la vida de William Lee (Peter Weller), un exterminador que sospechosamente se estaba quedando sin producto (un polvo amarillo) que además de su objetivo de matar insectos, es una sustancia adictiva, como lo bien lo sabe su esposa. El famoso suceso llega cuando dispara a su esposa Joan Lee (Judy Davis ) y luego huye a la llamada Interzona, un paraíso de excesos sin control.  Ahí va desenredando el misterio entre los personajes de Dr  Benway (Roy Scheider) y Fadela (Monique Mercure), mientras se encuentra con otras drogas que llevan a sus consumidores a distintos trances.

En alguna entrevista el mismo Burroughs mencionó que de no haber matado a su esposa, probablemente jamás se habría convertido en escritor, y curiosamente en la película, William Lee cambia el arma por una máquina de escribir: el cambio de la herramienta de la muerte por la herramienta de la escritura.

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Naked Lunch juega con un tono detectivesco —desde el vestuario del Lee— que se equipara a los protagonistas del noir de los años 40. Como los planos medios que apresan al protagonista cada que descubre una nueva atrocidad en la interzona, la representación de los insectos y seres humanoides, así como sus interacciones, son el sello del cineasta. Tales elementos juegan siempre entre los limites de lo grotesco y lo sensual, pues se presentan en muchas ocasiones con rasgos genitales, lo cual desdibuja los limites del cuerpo del otro. Una constante en el cine de Cronenberg.

Naked Lunch está disponible en MUBI

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