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Hasta siempre, hijo mío: un inteligente melodrama familiar

hasta siempre hijo mio
miguel portal

El largometraje más reciente de Wang Xiaoshuai contiene su espíritu crítico en la intimidad. En lugar de mostrarnos la parte descarnada de la revolución cultural de los años 70 en China, sabiamente se concentra en explorar los efectos de ésta en las relaciones fraternales. Como resultado tenemos una obra de poderosas cargas emocionales, cuyos personajes, diseñados desde la naturalidad propia de los cineastas de la sexta generación, resultan difíciles de catalogar en este complicado pero inteligente melodrama familiar.

Hasta siempre, hijo mío es la historia de un grupo de amigos separados por las circunstancias sociales, así como por el rencor y la culpa. El matrimonio protagonista perdió a su primogénito cuando jugaba en un embalsamador. Se hacen de una nueva vida en una provincia, donde apenas existen vecinos que hablen su idioma. Viven en un duelo insuperable, potencializado por el amargo recuerdo de un aborto forzado, consecuencia de la política del hijo único. Toda la subtrama guarda intensas emociones enraizadas en los momentos clave de la vida de la pareja principal.

La autenticidad en las interpretaciones resguardan la verosimilitud incluso en los exaltados giros argumentales. El destacable trabajo de Yong Mei y Wang Jingchun, la pareja protagonista, fue reconocido con los osos de plata en el Festival Internacional de Cine de Berlín, probablemente uno de los premios más merecidos en los últimos tiempos. Aunque también resulta necesario elogiar el montaje, pues consigue mantener la inmersión en una trama desordenada, factor que incluso genera intriga al revelar lentamente información esencial. Ni un sólo minuto de las tres horas de duración se sienten desperdiciados, probablemente una proeza por la que el editor tailandés Lee Chatametikool merece más que una mención.

Sin embargo, gran mérito de la autenticidad del filme se debe a lo bien logradas de sus atmósferas. Encajan a la perfección con el trabajo histriónico y son tan eficaces que los diálogos expositivos sobran. Característica bien aprovechada en momentos cuando el dolor apenas cabe en el lapidario silencio de sus personajes. Incluso realza la fuerza emotiva de su música, nunca desperdiciada en sus limitadas apariciones. Las constantes tensiones son bien recompensadas con contados pero emblemáticos momentos de catarsis, cuando brillan más por una poesía sobria en sus imágenes.

Por cierto, la cámara se siente casi como parte del elenco, pero resulta más una invitación a prácticamente formar parte de la familia en pantalla. El vínculo perfecto que termina por cerrar con broche de oro una de las obras maestras del cine chino contemporáneo. Se vale de sutiles movimientos que recorren el espacio, así como de sacudidas cuando la situación se derrumba a pedazos, pero siempre con una mirada cercana e íntima, como si estuviéramos sentados en la misma enclaustrada habitación que sus protagonistas.

Hasta siempre, hijo mío brilla por la consciencia política que lleva desde la privacidad. Coquetea a veces con los lugares comunes de los melodramas para luego alejarse y otorgarnos desde los silencios un auténtico retrato familiar. Una experiencia a veces dolorosa, pero que al final resulta en un más que necesario abrazo cuya calidez sólo es posible desde la más auténtica intimidad.

La película forma parte de la 68 Muestra de la Cineteca Nacional. 

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