On the Rocks: pequeña historia de gran confección

Este cambio de paradigma podía vislumbrarse desde hace algunos años, pero fue acelerado inesperadamente por la pandemia. Cada vez más cineastas que, por equis o ye, no gozan de la confianza de las majors, han tomado el apoyo de las plataformas de streaming que, en ocasiones, no sólo fungen como distribuidoras, sino como productoras. Aunque algunas de estas producciones están/estaban pensadas originalmente para un estreno teatral, de no ser lanzadas, terminan siendo (en estricto sentido) películas para televisión o tv movies, dependiendo de cómo quieran llamarlas según su exquisitez.
Y no lo digo en preciso detrimento de este tipo de formato; en esencia, sigue la lógica de un largometraje convencional, el lenguaje cinematográfico es el mismo. Sin embargo, es en las tramas donde se percibe la mayor diferencia, pues los telefilmes suelen encerrarse principalmente en el melodrama, la tragedia o el terror, salvo en los casos de cadenas temáticas como Syfy, los cuales dedican su programación a un género específico.
Las plataformas han adoptado un formato similar, el de “película original”, cuyas ambigüedades son para ser descritas en otra oportunidad. Con todo y exhibiciones limitadas, como parte de AppleTV+, aparece On the Rocks, la nueva apuesta de la reconocida Sofia Coppola.
Laura (Rashida Jones) y Dean (Marlon Wayans, sí, el de ¿Y dónde están las rubias?) acaban de empezar una nueva vida moderna en Nueva York tras contraer nupcias. Todo luce funcional, pero “la llama” está más apagada de lo usual. Al ver a su esposo sobresalir en un nuevo negocio donde interactúa con muchas mujeres atractivas, con sospechas de que le es infiel y viendo su sueño de convertirse en escritora algo inestable, ella comienza a sentirse insuficiente. No obstante, para hacer de su compinche, llega su papá (Bill Murray confirmando que los años no pasan en balde), un viejito playboy quien la ayudará -a su manera- a conocer más sobre el estado de su relación y autoestima.
A pesar de que este relato explora mayormente una relación padre-hija, tal como pasó en su anterior En un rincón del corazón (2010), el principal punto de comparación que salta es Perdidos en Nueva York (2003) por la presencia de Bill Murray y la importancia que ese título tuvo en la carrera de ambos. Incluso el póster tiene similitudes notorias -quizá deliberadas- para desatar comparaciones entre los dos filmes, pues no es secreto alguno que Lost in Translation sigue siendo la más reverenciada de la directora y que tampoco ha conseguido regresar a aquellas formas.
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Existen puntos en común, pero sólo en cuanto a formalidades. De hecho, hay ciertas escenas parecen casi imitaciones por cómo se estructuran tanto el diseño fotográfico como el de producción, cambiando, por supuesto, de Tokio a Nueva York. Y es este el aspecto más destacado de la película. Realmente se muestra una notoria pulcritud en el departamento visual y sonoro, a pesar de que se perciban como decisiones convencionales para capturar, más no para maniobrar con los discursos o matices. Y si acaso eso se consigue, es por el libreto.
Por el meollo del asunto, el sondeo del vínculo de un padre desapegado con su hija que tiene claros asuntos con su autoestima, y por el estilo de la realizadora, es en el diálogo donde se concentra especialmente el desarrollo del argumento; en lo particular, cuando interactúan estas dos figuras y exponen su estructura idiosincrática.
El papá que raya en lo viejo-rabo-verde al utilizar argumentos como “la naturaleza” para ser “ojo alegre” que choca con los cuestionamientos de la (ahora) señora, quien solamente puede darle por su lado por el bien de su convivencia. Este choque generacional de ideas elabora el punto climático del desarrollo, donde ella le reclama toda su irresponsabilidad como padre y esposo, situación que permeó sus interacciones posteriores. Pero, tampoco hay mucho más. De hecho, buena parte de la trama se inclina más hacia los hechos anecdóticos de bonito aspecto que a un hilo narrativo verdadero.
Tal vez la primera intención no era así, pero el conflicto principal de este filme no es ni medianamente interesante como el de su referencia anterior. No hay resoluciones ni oposiciones como para que se llegue a… algo. Deja sensaciones agradables y saca algunas sonrisas por el encanto de Murray, quien aún puede hacer papeles competentes, pero no es ese argumento que contenga ingredientes, sino que es pura masa. On The Rocks es esa película que se escucha y se voltea a ver ocasionalmente mientras esperas la cena de navidad. Aunque no pase la gran cosa, crees que fue linda y ya.
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