Waiting for the Barbarians: construyendo al enemigo

Irving Javier Martínez (@IrvingJavierMtz)
Un anónimo magistrado (Mark Rylance) administra el puesto de mando en la frontera colonial de un imperio sin nombre. Durante una inspección, el coronel Joll (Johnny Depp) ordena “redadas” contra los “bárbaros” de la región, quienes sólo son nómadas sin ninguna intención bélica. Tras la masacre, una chica torturada por los soldados (Gana Bayarsaikhan) mendiga en la aduana; el magistrado la acoge y ordena una misión para devolverla a su pueblo.
Actualmente, existe un grupo de historiadores que intentan desestimar el impacto de las conquistas e invasiones coloniales, aferrándose a cifras que niegan la existencia de exterminio; incluso, algunos pretenden cambiar la narrativa a “civilizados” intercambios culturales. Sin embargo, las consecuencias negativas del cruce entre occidente y otras culturas van más allá del genocidio: problemas de identidad, versiones sesgadas de la historia y divisiones sociales que continúan arraigados hasta nuestros días.
Refiriéndose a “la mujer bárbara” (Bayarsaikhan), la cocinera Mai (Greta Scacchi) dice al magistrado: “usted la hizo muy infeliz”. El humanista hombre queda desconcertado, porque desconoce que aquella relación afectiva era dolorosa para la chica, quien (después de la masacre a su pueblo) no podía sentirse enamorada por un hombre vinculado a los asesinos de su padre. Para los invasores (y descendientes), dicha resistencia al mestizaje es intrascendente (sólo toman en consideración los números del genocidio), mas constituye una lastimosa herida en los pueblos sometidos. Además, la bondad y los valores altruistas no existían en tales colonias, pues la mayor preocupación de los grandes Estados era reforzar la idea del enemigo al acecho, con el objetivo de impulsar su imagen militar.
Hoy, la construcción mediática del invasor “salvaje” en el imaginario colectivo no dista demasiado de los tiempos imperialistas, la cual consiste en manipular versiones oficiales e instigar hasta obtener una respuesta que justifique el ataque. La adaptación cinematográfica se apega a la misión del libro de J. M. Coetzee: construir una crónica que hable del presente desde el pasado. Si bien el apartheid es un contexto apenas reconocible para los lectores, el largometraje es afín a un sinnúmero de temas actuales, como el conflicto israelí-palestino, las crisis migratorias o la xenofobia difundida por la administración Trump. La caracterización del coronel Joll (Depp) cumple a la perfección con la imagen de los “estrambóticos” dirigentes contemporáneos, explotando el marketing político para ejercer control masivo y así propagar el odio colectivo.
Waiting for the Barbarians es siniestra, sin hacer apología de la violencia, traduciendo a imágenes puntuales el contexto opresivo de la novela, resultante del peligro naciente en los confines del imperio. A la película le favoreció la elección del director colombiano, quien había manejado narrativas similares en sus trabajos anteriores. Ya sea la misión evangelista dejada a su suerte (El abrazo de la serpiente) o los narcotraficantes insultados (Pájaros de verano), la tragedia final es consecuente con una serie de vicios y transgresiones que desencadenaron la venganza contra el agresor. La furia de los nómadas aproximándose en el horizonte es una de las imágenes más potentes en la filmografía del realizador.
Al tratarse de un país ficticio, el largometraje carece de la fuerza folclórica de Pájaros de verano (2018), por ejemplo; sin embargo, los rasgos regionales son sustituidos por un formalismo épico que evoca a David Lean. El brutal trabajo de Chris Menges (La misión) da a la historia la espectacularidad de los grandes filmes clásicos, armando composiciones dramáticas que confrontan al individuo con entornos salvajes… vamos, la especialidad de Menges. El trabajo de Coetzee en la adaptación también es notable, porque sintetizó en una historia convencional los monólogos literarios, reducidos a pequeños guiños en la interpretación de Mark Rylance. En conjunto, todos los elementos constituyen una atractiva deconstrucción del western, donde se remarca la intolerancia ciega el extranjero.
Si bien la postura de Coetzee acerca de la era post apartheid es cuestionable, Esperando a los bárbaros continúa siendo piedra angular en la mirada literaria sobre el sometimiento de tribus y pueblos originarios. La versión fílmica es una obra impecable, con sentido del heroísmo trágico cercano a los oscarizadas clásicos de los noventa (Corazón Valiente, Gladiador, El paciente inglés); no obstante, dicho tono también la desfasa de nuestros tiempos, con audiencias exigiendo formatos menos relamidos. En la pasada Mostra de Venecia (2019), Waiting for the Barbarians se posicionó como la principal rival de Joker (Todd Phillips, 2019) y con justa razón, puesto que actuaciones y puesta en escena ofrecen una función emotiva de principio a fin.
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