Children of Men: una denuncia anticipada del futuro decadente

Por: Cuauhtémoc Juárez Pillado (@cuaupillado)
En este periodo de guerras y pandemias, es normal que el ser humano se pregunte si sobrevivirá al siglo XXI o si se aplazará su extinción. Las increíbles capacidades creativas de los artistas nos han regalado un sinfín de posibilidades sobre cómo será nuestro final, desde el cine hasta la literatura. Irónicamente, también hemos pensado en algún rayo de esperanza que le ofrezca a nuestra especie la mínima posibilidad de subsistir en ese porvenir apocalíptico.
Children of Men (Alfonso Cuarón, 2006) es uno de esos futuros pensados como probables para el fin de la humanidad. Basada en el libro homónimo de la escritora británica P.D James, esta película fotografiada por Emmanuel Lubezki aborda un futuro distópico en el año 2027 -cada vez más cercano- cuando la humanidad es completamente infértil y los gobiernos mundiales colapsan poco a poco debido a la violencia y a su imposibilidad de controlar los flujos migratorios que llegan a las últimas naciones que continúan en pie, como el Reino Unido.
En este mundo entregado al caos, Theo (Clive Owen), un desilusionado activista, es contactado por su expareja para escoltar a un sitio seguro a Kee (Claire Hope Ashite), una refugiada extranjera que lleva en su vientre el primer embarazo en 18 años. En una carrera contrarreloj, Theo tiene que proteger a Kee ya que su bebé no sólo es la última esperanza de la humanidad, también es el objetivo principal de algunos grupos que lo desean para sus ambiciosos intereses políticos.
Desde su estreno en 2006, Children of Men continúa vigente por dos cuestiones fundamentales: la visionaria fotografía y el minucioso trabajo de dirección. El ojo de Emmanuel Lubezki dota a la película de un estilo cuasi documental (con una imagen fría y sucia para remarcar ese futuro caótico) y su cámara en mano retrata una inestabilidad que ahorca a los personajes y a esa sociedad a punto de colapsar. Planos secuencias tan revolucionarios, como la emboscada del automóvil en el bosque o la de Theo buscando a Kee dentro del edificio sitiado por el ejército en Bexhill, continúan siendo alabadas por su complejidad técnica. En cuanto a la dirección, Cuarón ofrece un trabajo bastante cuidadoso respecto a la puesta en escena y al ritmo, el cual no para en ningún momento (aunque habrá quien sienta al segundo acto un poco lento). Gracias a tal equilibrio entre la destreza técnica y la habilidad narrativa, es que se le considera una de las mejores películas del director, si no es que la primera.
La fotografía y la dirección también se beneficiaron por el talento actoral que estuvo a la altura de un proyecto tan complejo en emociones. La capacidad de Clive Owen para llevar en sus hombros la película se evidencia a medida que ésta avanza y en cada nuevo obstáculo que a su personaje le toca superar. Secundarios como Julianne Moore, Chiwetel Ejiofor o Michael Cane también ofrecen perspectivas particulares de esa sociedad desahuciada (aunque también con algunas miradas llenas de esperanza) y nos ayudan a comprender mejor lo que está en juego.
La película es aterradora por lo mucho que se parece a nuestro presente. A 14 años de su estreno se siente tan actual debido a los problemas que nos afectan como sociedad. Desde los crecientes flujos migratorios que buscan mejorar sus vidas hasta los gobiernos que ejercen la violencia sobre sus ciudadanos, pasando por las guerras y las epidemias.
Las escenas de Children of Men sin problema pasan por material grabado en un país extranjero para un noticiero matutino. Es sorprendente cómo en la película las jaulas usadas para separar a los migrantes nos recuerdan a aquellas instalaciones en McAllen, Texas, donde debido a una de las políticas de cero tolerancia más polémicas del presidente Donald Trump, familias detenidas eran separadas de sus hijos por cruzar la frontera ilegalmente.
No obstante, aún existe espacio para la esperanza. Dentro de un mundo caótico y condenado a morir, el nacimiento de un bebé resulta ser un milagro capaz de detener la guerra con sólo un lamento, aunque sea sólo por unos instantes. Más allá de las referencias bíblicas hacia nuestros María y José distópicos, Dylan (el recién nacido) representa un faro de esperanza para la humanidad, una nueva oportunidad de reparar el daño hecho al planeta y así mejorar su futuro. Por lo tanto, Children of Men no sólo funciona como una denuncia anticipada del futuro decadente que probablemente nos aguarda, es también una invitación a mejorar el futuro de nuestras infancias y juventudes que han pasado desapercibidas o ninguneadas por esta sociedad que se esfuerza en destruirse a sí misma. Sin llegar a lo moralizante, la entrega es un recordatorio de las consecuencias de nuestros actos y cómo se puede redimir la humanidad para obtener un poco de esperanza.
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