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No te metas con los gatos: el nacimiento de un asesino en Internet

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Por: Citlalli Juárez (@citlallijuarez)

Es un día normal como cualquier otro. Navegas en tu feed de Facebook, das like a un par de fotos de tus amigos, te ríes con algunos memes y apenas miras los titulares de las noticias. De pronto algo llama tu atención; muchas personas están hablando de cierto video desgarrador. Alguien publica el link en un grupo al que perteneces, acompañado de una descripción inusual: “Aquí está el video. Probablemente lo eliminarán pronto…” ¿Qué es esto?, te preguntas mientras das click en el enlace a pesar de la desconfianza que te causan los cientos de comentarios advirtiendo no ver el video. La página carga y en tu pantalla se reproduce el video de un hombre jugando con dos gatitos en una cama. Todo parece ser una escena inocente de aquellos videos de animales que el Internet tanto ama, hasta que el hombre mete a los gatos en una bolsa de plástico y con una aspiradora comienza a succionar el aire hasta asfixiarlos.

En el año 2010, las redes sociales se conmocionaron debido a la publicación del video ‘1 Guy 2 Kittens’, en donde se mostró el asesinato de dos mininos, mismo que sirvió como detonante e hilo conductor en la historia de la serie de Netflix, Don’t f**ck with cats.

No te metas con los gatos (por su nombre en español) es una serie documental de tres episodios que narra la historia del asesino Luka Magnotta y el inicio de su vida criminal con una serie de videos publicados en internet. Luka mató a gatos de maneras brutales hasta convertirse en el “Descuartizador de Canadá” al asesinar a un hombre, descuartizarlo, enviar partes de su cuerpo a políticos canadienses y subir un video de su crimen a Internet. Asimismo, la serie aborda la historia de un grupo de cibernautas, quienes motivados por la indignación se dedican a descubrir la identidad del “asesino de gatitos”; descubren pistas en los videos, rastrean fotografías, comparan formas de escritura y demás técnicas de la talla de investigadores profesionales para llevar al criminal ante la justicia.

Esta serie de finales del 2019 se posicionó como uno de los más grandes aciertos de Netflix, que ha incursionado en documentales criminales y de asesinos seriales (como Las Cintas de Ted Bundy o Un asesino oculto: En la mente de Aaron Hernandez) con gran aceptación. Resulta apropiado decir que su éxito se debe a la gran labor de producción, así como el manejo de la historia y su desarrollo.

Uno de los más grandes atributos de la docuserie es la edición, que se apoya de entrevistas, material de archivo y, en su mayoría, de la recreación de las interacciones y conversaciones del grupo justiciero a través de redes sociales. De esta manera, al escuchar a una mujer describir lo que se ve en el primer infame video de los gatos, es posible ver la respuesta colérica de cientos de usuarios en redes que demandaban justicia, lo que brinda una mayor perspectiva del alcance del video en su época; de la misma forma, la búsqueda remota de las escaleras en donde Luka fue visto por última vez, se convierte en una auténtica escena de persecución que perdería impacto si no fuese por la edición.

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Otro de sus grandes aciertos es la narración de los eventos. La historia se aborda a partir de la paulatina revelación de información importante, la cual funciona para que el espectador cree sus propias deducciones. Es así que cuando la tensión se acumula y el público cree saber lo que está por suceder, la historia tiene un giro dramático en sus eventos, que generalmente funciona como el cliffhanger para el siguiente capítulo. De esta manera, Don’t f**ck with cats logra mantener al espectador ansioso de conocer el desenlace de la historia. Sin embargo, también es cierto que los creadores se tomaron bastantes licencias en la narración de la historia, como la supuesta amenaza hacia una de las investigadoras cibernautas tras recibir un video del lugar donde trabajaba; sin embargo, no se explica cómo llegó hasta ella. Ahí también se encuentra lo que se puede considerar una conexión forzada entre el asesino y la cinta Bajos Instintos (1992), entre otras asunciones bastante dramatizadas.

Además de dichos aciertos y desaciertos, el mayor atributo de la serie es la introspección obligatoria a la que se somete al espectador. Desde los primeros minutos se establece que el asesino es una persona altamente narcisista que disfrutaría de una persecución al mismísimo estilo de Atrápame si puedes (2002), en donde Leonardo DiCaprio interpreta a un astuto falsificador que evade durante años al FBI; más adelante se demuestra que además es un individuo que anhela la atención, llegando al extremo de crear rumores sobre una relación con Karla Homolka (una de las asesinas más reconocidas de Canadá), sólo para ganar fama en medios. La advertencia está presente desde los primeros minutos: este individuo gusta de la atención.

De esta manera, la docuserie cierra lanzando la pregunta más incómoda a la que se podría someter el público: ¿Hasta qué punto somos responsables del nacimiento de un asesino?

Si bien es cierto que Internet es un lugar inmenso con millones de usuarios y que no podemos controlar el material que otros suben, también es cierto que somos responsables del contenido que consumimos y compartimos. En este sentido, ¿fueron los investigadores cibernautas el público que Magnotta tanto ansiaba? ¿De alguna manera lo motivaron a continuar asesinando?

Y si reflexionamos sobre estas interrogantes con respecto a nuestra sociedad actual y el manejo de redes sociales, ¿quién resulta ser más responsable? ¿La persona que comete un crimen o el espectador que continúa compartiendo el contenido violento, sumando vistas y creando un público para estas personas?

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