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De padres e hijos: el amor de un terrorista

de padre e hijos documental

miguel portal 

Ha sido bastante reconocida (y no es para menos) la proeza que realizó Talal Derki al pasar más de dos años en el hogar de Abu Osama, un miembro del entonces frente Al-nursa, experto en desactivar minas y padre de familia que educa a sus hijos bajo los perceptos del salafismo. Y es justamente a través de su rol como padre que Derki nos acerca hasta lo íntimo de un terrorista, en el día a día del interior de su hogar; vemos el profundo y auténtico amor que siente por sus hijos, amor que quizá sólo se le compare al que siente por el fundador de Al Qaeda Osama bin Laden, y a su líder actual Aymán az Zawahirí.

Es incómodo escuchar a Abu hablar con orgullo sobre el nacimiento de uno de sus hijos en el sexto aniversario del atentado a las torres gemelas; según él, el nacimiento fue una respuesta del mismísmo Alá a sus plegarias, una forma de honrar el ataque se llevó a más de tres mil víctimas. Pero luego, es enternecedor observar al mismo hombre interactuar con su hijo más pequeño, besándole las mejillas, haciéndolo reír con un juego inocente de abrir y cerrar los ojos, compartiéndole cariñosas miradas. Finalmente, es desgarrador entender que Abu experimenta en gran medida el amor a través de los matices del odio bélico, pues le ordena a sus hijos dejar la escuela para unirse a las filas yihadistas, “si Dios quiere, por cada niño muerto nacerán mil” explica un colega de Abu. En su entrenamiento, a los niños se les forjará su carácter con la continua amenaza de los balazos.

Las únicas mujeres que vemos son contadas niñas, muchas de ellas agredidas por los gritos y piedras que los pequeños hijos de Abu les lanzan como si de un simple juego se tratase. En una entrevista para El País, Derki comentó que las mujeres del documental permanecen detrás de los muros: censuradas en sus propios hogares, privadas del trato humano.

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En gran medida es gracias al sobresaliente montaje de Anne Fabini, una mujer rumana, que podemos sentir empatía por los radicales, ya que maneja un ritmo en el que deja fluir orgánicamente los acontecimientos importantes, aquellos que yacen alrededor de la violencia y no directamente en la violencia en sí. Encadena los juegos infantiles en los cuales se alude a la guerra con las consecuencias posteriores de la tragedia del incoherente mundo adulto.

Es en los juegos de los pequeños donde la empatía resplandece peculiarmente entre contrastes. Los hijos de Abu se divierten fingiendo lanzamientos de misiles al grito de ‘Allahu akbar’, nombrando sus saltos y piruetas como operaciones militares. Si bien, es triste saber que la guerra está latente incluso en la diversión los niños, no es tan distinto a los juegos de nuestra infancia, en la cual, la fantasía de ser superhéroes o grandes deportistas se basaba en aquello visto en la televisión o el cine. Pues aquí les ha tocado crecer con yihadistas en lugar de superhéroes o deportistas a quienes admirar. En lugar de resbaladillas y columpios les tocó tanques abandonados y los escombros de una ciudad destruida.

Se podría decir que la carrera cinematográfica de Talal Derki está cimentada directamente en su identidad. Este filme es el segundo documental en su prometida trilogía sobre la guerra de Siria, país donde nació y del que fue testigo de su destrucción. En Retorno a Homs, su anterior trabajo, explora con un ojo más periodístico el contexto de los activistas que luchan en contra del régimen, realidad enmarcada por el fanatismo agresivo y la violencia manifiesta. Pero ahora, sus intenciones se dirigen a una charla más cercana a quienes ya adoptaron el discurso bélico como parte de su espiritualidad.

Sin mostrar la crudeza gráfica de la guerra o la brutalidad de las ejecuciones, De padres e hijos se contiene en las mudas lágrimas de un sentenciado arrepentido. Es difícil de observar sin salir intacto. Una exploración personal que su director nos regala, un retrato al fin humanizado de aquellos que componen las filas de las temidas agrupaciones terroristas. Este documental se vuelve más que necesario en una realidad azotada por advertencias apocalípticas y masacres cotidianas.

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