Grandes escritores mexicanos en el cine nacional

A lo largo de su historia, la pantalla grande nacional ha sido testigo del ingenioso trabajo creado por algunos de los escritores más importantes del país. Su talento en varias ocasiones traspasó las páginas de los libros hacia el libreto de largometrajes; su intelecto combinó con la astucia de los cineastas para crear obras que hasta hoy en día se preservan como parte de nuestra memoria cinematográfica.
A continuación algunos de los autores más destacados que encontraron en el cine una forma diferente de desahogar su arte.
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Vicente Leñero y Luis Carrión Beltrán – Los albañiles (1976)
El amor que Vicente Leñero sentía por las letras lo llevó a debutar en diferentes escenarios del ámbito periodístico, teatral y cinematográfico. Siempre impregnó con su sentido del humor entre lo satírico y lo picaresco a sus personajes, espejo de la vida diaria e inconformes con la sociedad, característica compartida con los protagonistas de Luis Carrión: artista marginado que luchó contra el sistema motivado por sus ideales; sus textos incómodos para los altos mandos nunca tuvieron la oportunidad de distribuirse de manera regular, y aunque no tuvo la misma suerte que muchos otros, su talento, al igual que el de Leñero, quedará para siempre plasmado en sus múltiples guiones y novelas.

Cinco años después de escrita la novela Los albañiles y luego de adaptarla para su estreno teatral en 1969, Leñero junto a Luis Carrión y el cineasta Jorge Fons, se encargaron de adaptar la pieza para su estreno en las salas de cine. Esta última readaptación dejó un poco de lado el tema central del asesinato para enfocar su discurso en los marginados, procedentes de una clase social baja que es explotada y manipulada por los más poderosos.
Laura Esquivel – Como agua para chocolate (1992)
Este segundo trabajo que realizaron Marco Leonardi y Lumi Cavazos fue el más fructífero. Anteriormente, Alfonso Arau (guionista y director) ya había realizado una película cómica protagonizada por Mario Almada, pero Como agua para chocolate, basada en el debut homónimo de Laura Esquivel, fue un parteaguas para los dos; Esquivel continuó con éxito su carrera como escritora y Arau fue reconocido mundialmente por su sexto trabajo y tuvo la oportunidad de dirigir en Estados Unidos A walk in the clouds (1995).

La labor de Esquivel como guionista de la cinta fue adecuar el lenguaje metafórico, propio del realismo mágico, y que Arau trasladó a la pantalla grande con ambientes delicados y planos suaves.
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Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes – Tiempo de morir (1966)
Ambos literarios de gran importancia para el siglo XX, cómplices y culpables del estallido de la bomba artística en toda América Latina: el Boom Latinoamericano. Uno bajo el sello de la escritura “menos mexicana de todos los mexicanos” y el otro siendo colombiano, lograron desembocar en una adaptación libre y bien lograda el relato homónimo de Juan Rulfo, uno de los escritores más influenciados por el México antiguo, El gallo de oro (1964), dirigida por Roberto Gavaldón y fotografiada por Gabriel Figueroa.
Tanto Márquez como Fuentes encontraron en el cine una fuente de inspiración necesaria para alimentar su arte; el primero participó en diversas producciones mexicanas de los años 60, entre las más nombradas está Patsy, mi amor (Manuel Michel, 1968), Presagio (Luis Alcoriza, 1974) y El año de la peste (Felipe Cazals, 1979) -guion coescrito con José Agustín-. Por su parte, Fuentes es conocido por adaptar varios textos de Rulfo entre ellos Pedro Páramo (Carlos Velo, 1967), y ¿No oyes ladrar a los perros? ( François Reichenbach, 1974), además de trabajar con Juan Ibáñez en Los caifanes (1966).

Pero fue en el debut de un joven Arturo Ripstein donde el talento de los tres se unificó. El resultado: Tiempo de morir, una cinta tan importante para la época, pues no sólo desmitifica la figura del macho bragado (personificado por Jorge Martínez de Hoyos) dentro de un ambiente en el que bien podría tomar acción Cien años de soledad o La muerte de Artemio Cruz. La película también representó una forma de hacer cine de manera diferente, en la cual la visión creativa importó más que los protocolos acostumbrados. Un aire de frescura para las producciones mexicanas.
Inés Arredondo y Juan García Ponce – Mariana (1967)
Aunque su participación en la creación de guiones cinematográficos fue breve (dos títulos), Inés Arredondo dio muestras de virtuosismo en la adaptación a la pantalla grande de sus propios cuentos junto a Juan García Ponce. A través de la cinta Mariana, dirigida por Juan Guerrero, la cuentista deja huella de toda su obra en la pantalla grande; ahí viven los ambientes opresores descritos por la escritora en sus relatos, lugares que suprimían a sus protagonistas ya sea por medio de la religión, el machismo o una maniática tradición.

El erotismo es una constante en el trabajo de Arredondo y en el de García Ponce. Para la ensayista, la pasión siempre fue un arma de doble filo, a veces para liberar a la protagonista de su oprimido mundo, pero en otras era un tipo de maldición, un sentimiento cuyo final será hacia la locura o hasta la muerte, como el fatídico final que tuvo el personaje interpretado por Pixie Hopkin y Julio Alemán en la producción de Guerrero.
José Revueltas y José Agustín – El apando (1976)
Felipe Cazals, otro de los directores incómodos para el entonces gobierno priista por sus ideales, quien al contrario de cineastas involucrados en la industria, su interés se inclinó en filmar historias más personales del México herido y al que pocos se arrimaban con la cámara. Trabajó con José Revueltas y José Agustín para adaptar la novela corta escrita en 1969 por el mismo Revueltas mientras se encontraba preso en Lecumberri; relato que entre sus reflexiones asoma la duda del hombre sobre la libertad y la crueldad humana.

Un año antes de su estreno en salas de cine, Cazals sorprendió a los espectadores con Canoa (1975) historia basada en hechos reales suscitada dentro de la época de la masacre de Tlatelolco.
El apando significó otro duro golpe a la corrupción del sistema gubernamental, en específico al liderado por Luis Echeverría, y que aún actualmente tiene la virtud, tanto la novela como la cinta, de sacudir nuestra memoria histórica.