Lucy in the Sky: la caída mortal de Noah Hawley

Irving Javier Martínez (@IrvingJavierMtz)
Tras regresar de una expedición fuera de la atmósfera, Lucy Cola (Natalie Portman) tiene problemas para adaptarse a la rutina en la tierra. La astronauta desea volver al espacio y compite por un lugar en la próxima misión. Mientras tanto, ella comienza a flirtear con un colega (Jon Hamm), romance que ocasionará una crisis en su matrimonio con Drew (Dan Stevens).
El largometraje está “inspirado” en la historia de Lisa Nowak, la astronauta de la NASA acusada en 2007 de agredir a la nueva pareja de su ex. En Lucy in the Sky se modifica esta historia para hacerla aún más patética que la real. El largometraje parece First Man (Damien Chazelle, 2018) dirigido por Xavier Dolan. Noah Hawley (sí, ahora también dirige) da prioridad a la forma sobre el contenido, haciendo malabarismos técnicos de estudiante de Comunicación (tipo, “miren como sí sé utilizar el editor de video”).
El elemento más comentado son los constantes cambios en la relación de aspecto. En una escena, Lucy llega a casa ebria en la noche y, mientras se desplaza por la casa, dos franjas negras se ensanchan y adelgazan sin motivo aparente. Hasta entonces, las diferencias de ratio y sonido contrastaban la vida laboral de la protagonista con su tiempo en casa. No obstante, pasada la media hora, estas alteraciones en la pantalla se vuelven tan inestables como la historia misma.
Entre Fargo y Legión, Hawley desarrolló un gusto por la psicodelia y los experimentos visuales, algo muy estimulante en una historia sobre mutantes pero excesivo en un drama convencional. Lucy in the Sky carece de un tono estable, ya que el conflicto de personalidad está en término medio entre la comedia oscura y el suspenso psicológico. La anécdota de Lisa Nowak es bastante complicada, debido al tratamiento amarillista de los medios. Aunque se omiten elementos sensacionalistas (como el dato de los pañales), la película aún se siente parodia cizañosa de SNL.
El ritmo es constante durante la primera hora. Los simétricos planos cenitales ayudan a entender los eventos en la tierra como efectos del regreso del espacio; pero una vez que Natalie Portman saca su usual cara “cisne negro”, todo se va a la basura. Hawley cambia las referencias astronáuticas por reflexiones elevadas sobre “¿por qué la gallina cruzó la calle?” y extrañas alucinaciones con capullos y papel tapiz. Según el director, la “exploración psicológica” debía tener una representación visual (más allá de la aportación de los actores); sin embargo, estas metáforas sólo generan ruido en ideas obvias sobre el arranque psicótico de Lucy.
Sobrecargada de redundancias, las actuaciones “al borde” hacen más caótica la propuesta dramática. Los guionistas y director fallan en la delimitación moral de Lucy, quien es un personaje antipático y burdo. La vemos ser prepotente en el trabajo y hostil con el bonachón marido (en resumidas cuentas, una mujer sin escrúpulos), pero en los últimos 15 minutos se nos cambia la dirección hacia un mensaje de “empoderamiento femenino” –el cual no se desarrolló hasta entonces–.
Cuando llega el famoso road trip, la historia da un twist y, en lugar de atacar al nuevo ligue de su ex (como sucedió en la historia real), Lucy rocía gas pimienta al personaje de Jon Hamm. Seguido a eso, ella da al personaje de Zazie Beetz un mensaje de unión contra los hombres. ¿En qué momento la sororidad se convirtió en una preocupación para la protagonista? No construyes una historia con clichés misóginos para después dar un mensaje pro-feminista a lo Almodóvar (bueno, se le perdona al manchego por su tono cómico). Es como si al final de Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987) Glenn Close entrara a la casa de Michael Douglas para convencer a su esposa de unir fuerzas contra el marido infiel (estaría genial, pero sería desconcertante).
Todos los personajes en esta película son estereotipos regulares: el esposo es un pelele, el amante un patán, la colega es la joven sexy y la sobrina muy millennial. Lucy in the Sky retrocede a filmes moralistas como Belleza Americana (Sam Mendes, 1999) o Secretos Íntimos (Todd Field, 2006), donde las relaciones extramaritales son tratadas con la intensidad trágica de Ana Karenina. Los problema psicológicos posteriores al viaje espacial –tema que debería ser medular– pasan desapercibidos por dar tiempo al romance en horario laboral.
La película fue realizada entre la segunda y tercera temporada de Legión. Las prisas para cumplir con la apretada agenda de Hawley se notan en la tosquedad de los efectos especiales de la introducción y el “infinite zoom” del hospital. Lucy in the Sky es de las peores óperas primas en los últimos años –considerando que su director cuenta con la serie Fargo en su historial–. Un proyecto sepultado por las desmesuradas ínfulas artísticas de Hawley: apantallantes en TV, pero mediocres en cine.
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