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Watchmen, la serie: un digno homenaje a la obra de Alan Moore

watchmen serie

diana

Watchmen, una de las series más esperada del año, por fin tuvo su debut en la pantalla chica. Una nueva generación de vigilantes llega a la ciudad a cargo del guionista Damon Lindelof; la frase “¿quién vigila a los vigilantes?”, está de vuelta después de una década de su primera adaptación (Zack Snyder, 2009).

En 1985, Alan Moore junto a Dave Gibbons decidieron darle una nueva perspectiva al símbolo del superhéroe más allá de la capa, las identidades secretas y las máscaras como emblema de revolución. Crearon uno de los cómics más elaborados y mejor valorados en aquellos años, tanto por su estructura narrativa como por sus asombrosas y detalladas ilustraciones. Moore fue, junto a Frank Miller (también guionista de DC Comics), la inspiración de nuevas plumas para la elaboración de historias más complejas.

El grupo de vigilantes ahora se presenta en formato de nueve capítulos bajo el sello de HBO. La serie se desarrolla en la época actual y posterior a los horribles incidentes de 1985, eventos con los que termina la novela de Moore. Nos encontramos en Tulsa, Oklahoma en un universo paralelo donde ahora los justicieros con capas, identidades secretas y máscaras, son la fuerza policíaca. Una realidad en la cual los acontecimientos del pasado, que antes habían unido a la humanidad, se transformaron en hostilidad y brutalidad (vaya, la realidad actual).

Watchmen resalta visualmente gracias a la dirección de Lindelof (Leftovers) y a su creatividad para mezclar diferentes técnicas visuales, como por ejemplo el plano secuencia, la cámara lenta y los diferentes tipos de lente para resaltar objetos que más adelante tendrán valor.

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La serie tiene diferentes aristas, sin embargo, las más evidentes son dos: la cuestión de la segregación racial hacia la cultura afroamericana, mostrada desde el primer capítulo con escenas de los disturbios raciales en el distrito de Greenwood en Tulsa. Una catástrofe que el director toma como inspiración para dar origen a su historia, ocurrida en 1921 y en la cual murieron más de 300 personas. Esa primera secuencia no sólo funciona para introducir a uno de los protagonistas que más relevancia tiene a lo largo de la serie, también para mostrarnos que a diferencia de el cómic: una historia que se encuentra en un plano más realista, donde de entrada no hay héroes que nos puedan salvar.

La segunda vertiente es la del legado. A lo largo de los capítulos se menciona o se hace referencia tanto al legado como pasado histórico, como genético. Es justo en esta línea argumental donde se ve con mayor claridad la visión que Lindelof propone a esta nueva trama: si en el cómic de DC uno de los problemas es que los héroes no respetan a los símbolos por los cuales luchaban, ni mucho menos a su pasado, en la serie protagonizada por Regina King se ve cuán importante es saber el origen de dónde venimos, nuestro pasado…ya sea para bien o para mal.

Sin embargo, ambas líneas, aunque no son del todo predecibles, se caracterizan por giros argumentales poco interesantes. Ya hemos visto muchas veces en pantalla al villano que se desea convertir en dios o a la típica heroína o héroe que descubre algo en su pasado que redefinirá su presente. Una trama repetitiva si tomamos en cuenta la narrativa de la novela. Además, comete en más de una ocasión el típico error de las películas del género: el discurso del villano, ese donde nos platica su plan. Tales fallos presentes en cada capítulo toman más importancia en el final de la temporada, uno de los episodios más desequilibrados de todos.

¿La nueva entrega de Watchmen es superior a su desafortunada adaptación cinematográfica? Plenamente. Y aunque no es más cautivadora que la creación de 1985 y a pesar de sus tropiezos, es un digno homenaje al legado que le dio origen.

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