Por la gracia de Dios: víctimas burguesas y mucha voz en off

Irving Javier Martínez (@IrvingJavierMtz)
Un viejo amigo de los scouts pregunta al banquero Alexandre Guérin (Melvil Poupaud): ¿contigo también ‘jugueteaba’ el padre Preynat? Tras un fallido ritual “expiatorio”, Alexandre decide emprender acciones legales contra el sacerdote y el arzobispo Philippe Barbarin (encubridor de los crímenes). A la denuncia de Guérin se suman François (Denis Ménochet) –creador de una web para buscar otros casos– y Emmanuel (Swann Arlaud, el más notable del elenco) –víctima de los suburbios que padece ataques epilépticos–. Estos hechos serán el origen de la organización La Parole Libérée.
La nueva película de François Ozon tiene una pregunta polémica entrelíneas: ¿es lo mismo ser una víctima burguesa que sufrir abusos siendo de clase media o baja? Aunque Por la gracia de Dios inicia como otra historia más “basada en hechos reales”, concluye cuestionando las diferencias sociales ocultas detrás de los movimientos sociales (muy en la línea de 120 latidos por minuto de Robin Campillo, que alternaba la recreación histórica con un relato particular).
A lo largo de las más de dos horas de duración, la atmósfera y el discurso se transforman; el filme inicia solemne y termina como una sátira a discreción (Ozon tiene sus límites). En el tercer acto, el realizador incluye burguesas tertulias que irrumpen en la seriedad de la trama: en una se discute sobrevolar un “pene” sobre el vaticano a manera de marketing/protesta y en otra la esposa de una víctima califica a los denunciantes de “bichos raros”. Esta violencia pasiva y banalidad en algunos diálogos da indicio del conservadurismo en las élites francesas (sin importar status e ideología).
Mientras tanto, Emmanuel y su madre (los únicos que no pertenecen a la alta sociedad del resto de personajes) continúan con el tono dramático del inicio. En otras palabras, la justicia no se siente del todo tangible en la clase media baja (prestar atención a cómo los personajes se enfrentan en los careos con Preynat: los primeros lo saludan con “diplomacia” y Emmanuel no puede ni mencionarlo).
Muy tenue es la capa de crítica social sobre la “invisible” desigualdad en la metrópoli francesa (más explícita en la ficción de En la casa, por ejemplo). Es muy importante destacar esa particularidad, porque da una noción del arriesgado trabajo de un autor como Ozon (tan ensimismado en sus lugares comunes) al abordar una “historia verídica”. Mientras en películas como Spotlight (2015) o The Post (2017) se quita todo “color” para aparentar rigurosidad en la reproducción de los hechos, Ozon remata con un juicio personal de los protagonistas (casi en clave para los conocedores de su cine).
Por la gracia de Dios también va sobre las nuevas masculinidades. Los protagonistas (en su condición de víctimas) son para su entorno “hombres rotos”, cobardes para superar el pasado (como muestra, a Guerin le dice su madre: “eres bueno revolviendo la mierda”). El objetivo de la lucha no es sólo meter a Preynat y Barbarin en prisión sino, también, sanar sus identidades masculinas vulneradas. Las mujeres se mueven en segundo plano, pero con funciones determinantes en los tres casos (ya sean madres o esposas).
No obstante, para llegar a ese final metadiscursivo es necesario ver más de una hora de metraje (muy) mesurado, resultado del ejercicio “periodístico” que el director realizó (entrevistó e investigó más de 70 casos publicados en La Parole Libérée). Durante la primera hora se da uso efectivo a la voz en off para reproducir la correspondencia online entre Guérin y los villanos (Regine, Barbarin y Preynat). Aunque el director intenta trasladar al cine la dinámica evasiva de los jerarcas católicos, esto aporta bastante paja a un primer acto que podría ser más breve o sustituido por más casos.
François Ozon lleva vigente en la industria europea más de dos décadas, presentando la mayoría de sus películas en alguno de los tres festivales de cine importantes del mundo (Cannes, Berlín o Venecia); sin embargo, Por la gracia de Dios no será de sus obras representativas. Sí, es muy importante el tema de la película y su desarrollo es de un formalismo a la altura de Hollywood, pero le falta la violencia disruptiva de sus anteriores trabajos. En la película hay bastantes excesos: así como El amante doble (2017) era ofensivamente alocada e incoherente, Por la gracia de Dios es demasiado cordial con los espectadores; el experimento de “realismo social” que a uno de los máximos provocadores del cine francés le dio por explorar.
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