Historia de un crimen, Colosio: la bondad incuestionable

Entre el estruendo de un par de balazos, gritos y lágrimas se desvanece la promesa de la política moderna. Observamos a dos personajes cuya presencia detona las primeras dudas, lo que resulta un eficaz gancho. Ante esta tragedia, que por sí sola se mantiene en la opacidad, en las pugnas políticas y el misterio, las posibilidades de exploración que la ficción ofrece son abundantes, sin embargo La historia de un crimen: Colosio propone un argumento que se limita a suministrar hechos.
La trama parte del asesinato de Luis Donaldo Colosio, perpetrado en 1994 y que despertó un cúmulo de reacciones en la esfera pública y al interior del Partido Revolucionario Institucional (PRI); justo en este círculo privado es donde se desenvuelve la producción dirigida por Hiromi Kamata y Natalia Beristáin, centrándose en el proceso de la investigación de un crimen más que la vida del candidato prometedor.
La serie se enfoca en los vicios de las autoridades encargadas del caso, en cómo interactúan los niveles de poder, especialmente la policía federal contra la local; expone a un sistema ocupado en las versiones oficiales y que encubre sus propias responsabilidades. Para lograrlo cuenta con una variedad de personajes, lo cual resulta una decisión mal lograda. Ante la intención de colocar a casi todos los implicados en los hechos reales, se cae en el descuido y la mayoría de los personajes no alcanzan su consolidación como piezas en el principal hilo conductor ni como subtramas.
Respecto al debate sobre una trama apegada o no a la realidad, es importante recordar que se trata de una ficción que responde a una línea y propuesta narrativa a cargo de un equipo de realizadores; en este terreno, no es una obligación que la veracidad sea una apuesta fundamental. Pero más allá de eso, el principal punto débil es que La historia de un crimen: Colosio cae en la superficialidad y el maniqueísmo, cuando la realidad política es más que simples contrastes.
Esta deficiencia se debe a una falta de profundidad en las motivaciones de los personajes, la cual viene desde los guiones escritos por Andrés Burgos, Alejandro Gerber Bicecci, Itzel Lara y Rodrigo Santos, quienes plantean líneas alejadas de las dimensiones que permite la ficción. Se parte de una benevolencia indeleble en varios personajes, principalmente en el de Colosio (Jorge A. Jiménez). Sus intenciones se ubican siempre del lado del bienestar y no están en duda. Las únicas que se ponen entre signos de interrogación son las de los demás.
Además de esto, el desarrollo tampoco presenta la oportunidad de conocer las raíces de dicha bondad. ¿Qué fue lo que orilló a Colosio a inclinarse a una ideología progresista alejada del consenso priísta? ¿Qué lo motivó por un discurso que daba visibilidad a los indígenas, mujeres, jóvenes y profesionistas? Ante esta y otras preguntas no se ofrecen los más mínimos elementos para ser respondidas.
El comandante Federico Benítez (Alberto Guerra) desata los puntos más álgidos en toda la serie y es de resaltar cómo se transforma su perfil hasta fijarse su misión; contundentemente detona la trama y los claroscuros de la investigación. Es interesante la mancuerna que a la distancia se construye entre su perfil iracundo y la sensatez de Diana Laura, en quien atinadamente los puntos de quiebre se demuestran más a nivel psicológico que físicos. Hacia el clímax ambos personajes clave ofrecen el momento más rescatable de los ocho capítulos: la tensión de un posible encuentro que podría resolver las dudas sobre la opacidad de la investigación.
En el terreno de la realización mexicana, Colosio, la historia de un crimen nos recuerda la importancia de Netflix como productora de contenidos populares, apegados a un formato televisivo de entretenimiento (muy refinado), más que a propuestas narrativas abiertas a diversas lecturas.
Leticia Arredondo
Cofundadora y editora de ZOOM F7. Escribo sobre cine y fotografía.
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