Distancias cortas: la necesidad de crear nuevos recuerdos

En un plano inicial que resalta por un estupendo logro de atmósfera entre la dirección de arte y fotografía, Distancias cortas (Alejandro Guzmán, 2015) nos presenta contundentemente a su protagonista y muestra dos de las tres dimensiones sobre las que se desarrollará la historia: la física y la psicológica.
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La rutina abarca la puesta en cámara; vemos lo pesaroso del día a día: levantarse de la cama, servirse el desayuno, hacer collares y pulseras y volver a dormir. En esta costumbre ya no caben nuevas experiencias; crearlas será la misión de nuestro personaje. El impulso desde el fondo es desolador: la muerte está latente. El personaje se trata de Federico Sánchez (Luis “Luca” Ortega), un hombre de 40 años para quien la rutina no sólo es desgastante por lo que esta representa, sino por sus 200 kilos de peso.
Su cuñado Ramón (Mauricio Isaac) es quien reactiva el recuerdo y la necesidad de crear nuevos al mostrarle una cámara y fotografías de un viaje a Oaxaca. En ese momento, Fede, en quien destaca un desapego a una lástima fácil hacia su propia realidad, decide desempolvar un rollo fotográfico y caminar hasta un estudio para revelarlo. Es entonces cuando el relato se refuerza al exponer la dimensión social; vemos las trabas, el rechazo y las burlas a las que Fede se enfrenta al ser un hombre con obesidad. Aun con ello, la trama no se inclina hacia una simple propuesta de superación personal, sino a una aventura sobre la amistad y, curiosamente, también sobre la soledad que usa a la comedia para sostener ciertas aristas.
Aunque el entrelazamiento entre Federico, Ramón y el encargado la tienda de fotografía, Paulo (Joel Isaac Figueroa), es entrañable, la relación entre el personaje principal y su hermana Rosaura (Martha Claudia Moreno) es la más sugerente por el antagonismo que ésta representa. Y al no lograr, o no querer, verlo como a un adulto, nos permite acercarnos a varias capas del personaje: sus miedos y su inocencia, así como los cuidados que necesita debido a su enfermedad del corazón. La voluntad de Rosaura se desarrolla en un rol de protectora, aunque con un marcado desdén.
Distancias cortas resalta también por un gran trabajo de ambientación y sonido, acompañado de la música compuesta por el propio Luca Ortega, aunque en ocasiones peca de insistir algunos puntos álgidos. Es una película sobresaliente que se nutre de un guion de calidad realizado por Itzel Lara; un retrato interesante sobre el paso del tiempo, lo vital que es la amistad, y el autoabandono en el que una persona puede llegar a sumergirse.
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