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Suspiria: irregular en todos los aspectos

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Hablar de la obra que el italiano Dario Argento realizó en 1977 cuya protagonista fue Jessica Harper y compararla con la versión más reciente dirigida por su compatriota Luca Guadagnino, no tendría caso. La academia de baile comandada por un séquito de brujas, incluyendo a sus personajes principales, se encuentran en ambas versiones, sin embargo, el director de Call me by your name (2017) se deslinda del Giallo y sus principales características, para crear su propia historia de suspenso alrededor de estas similitudes.

Dicho esto, aunque Suspiria (2018) tiene a su favor las actuaciones de Tilda Swinton, Dakota Johnson, quien combina muy bien esa personalidad inocente y perversa que el personaje requiere, la subversiva e inquietante música de Thom Yorke la cual ayuda a lucir las tremendas coreografías de Damien Jalet, la película en lo general carece de la fuerza suficiente para atrapar al público, debido a las líneas argumentales innecesarias, esto sin mencionar que la mirada del cineasta se vuelve repetitiva conforme avanza la trama. 

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La adaptación realizada por David Kajganich es ambivalente; por un lado el escritor estadounidense acierta en valorar uno de los aspectos ignorados en la obra de Argento hace más de cuarenta años: el baile. Los movimientos corporales adquieren una importancia fundamental ya que a través de la danza sus personajes experimentan en carne propia la vida y la muerte, lo bello y grotesco. Sin embargo el guionista gasta papel y pluma en escribir una trama secundaria sobre un Berlín postnazi, con el propósito de hacer más realista el argumento, pero que al final del día estorba, difuminando el discurso central.

No obstante, la historia principal escrita por el guionista de A Bigger Splash (2015) es atractiva por su contenido, parte de ella es un homenaje no sólo a la película original de finales de los setenta, también a la obra de Argento en general. Algunos elementos presentes en la filmografía del italiano se materializan en personajes clave, incluso la dualidad que el artista expuso a lo largo de su carrera entre la belleza del arte con lo grotesco, en esta nueva cinta funciona como el engranaje principal que le da vida a la academia.

Desafortunadamente el director de The Protagonists (1999), peca de ser demasiado literal–no permite que la imagen hable por sí sola–,característica poco práctica para una cinta que pretende generar sentimientos de angustia en el espectador a través de los escenarios violentos proyectados en la pantalla. Las secuencias de baile quizás sean uno de los momentos más intensos en la película, en especial la presentación de la danza Volk, sin embargo, la ambición del cineasta oscurece el completo disfrute de la escena, pues de un momento a otro pasa a una línea argumental paralela que gracias a sus cortes abruptos, provocan que el público se mantenga lejos de la trama.

Uno de los puntos fuertes en Suspiria es la ceremonia del aquelarre, por mucho una de las mejores escenas de toda la cinta. Guadagnino crea la atmósfera adecuada, ayudado por la iluminación rojiza del lugar, la fotografía, el vestuario, coreografía, para llevar a cabo la danza final que acabará con el misterio detrás de la compañía de baile. Aunque la dirección de arte cometió un error garrafal al diseñar el maquillaje y aspecto de Helena Markos, el ritual combina los elementos artísticos que hasta ahora el cineasta no había aprovechado.

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Según decía el considerado por muchos maestro del suspense, Alfred Hitchcock, en el libro El cine según Hitchcock (1966), la clave de un director para realizar películas de este género consiste en saber “simplificar y clarificar”, sin esas dos cualidades el artista corre el riesgo de perderse en su obra.

Creo que Guadagnino se encuentra entre esos desafortunados, pierde el control de su historia tanto en la parte técnica como en la narrativa y eso se transforma en información vaga. El cineasta convierte lo que hace años fue una trama sencilla en una historia innecesariamente compleja.

Diana Mendoza 

Editora audiovisual del Museo de Antropología y admiradora del séptimo arte.

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Crítica

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