Tamara y la catarina: una conmovedora historia sobre la amistad

Tamara y la Catarina (2016) resultaría exagerada, incluso inverosímil, para alguien alejado del caos que la gran urbe de la Ciudad de México ofrece a sus habitantes: personas enfrascadas en la rutina diaria, cegadas ante la existencia de los otros. Al respecto la directora Lucía Carreras menciona en entrevista “es lo que yo trato de reflejar en la película, que a la gente no le interesa lo que pasa a su lado. No voltean a ver a nadie. Entonces escondí cámaras para grabar y no volteaban (las personas) a ver a las chicas. Cuando las veían sentadas con maquillaje se acercaban y se daban cuenta que eran actrices”.
El argumento del tercer largometraje de la cineasta mexicana se desarrolla principalmente entre las desconcertantes calles del Centro Histórico y los grisáceos barrios bajos de Naucalpan, escenarios que figuran como un personaje más dentro la aventura protagonizada por Tamara, una mujer con retraso mental, doña Meche, y la pequeña catarina. Mujeres física y psicológicamente opuestas, pero vulnerables ante el monstruo que la ciudad representa para ellas. A partir de que Tamara encuentra en la calle a una niña y decide llevarla a casa, la soledad tan presente en su rutina diaria será reemplazada por una enternecedora y cálida amistad entre las tres, en contraste con la frívola sociedad que insiste en ignorarlas: “Siento que la película es como una invitación al público a entrar a la intimidad de esos personajes a los que no quieren ver”, agrega Lucia.
La idea del filme surgió en un puesto de periódicos. La cineasta vio como una bebé se encontraba sin ningún tipo de vigilancia parental; a partir de esa experiencia comenzó a construir los primeros hilos conductores de la trama, sin embargo no era el único tópico que deseaba explorar. También está presente Doña Albina, una señora que ya murió y quien trabajaba en su casa, cuya hija con retraso mental acaba de tener un bebé por violación.
Durante la proyección de la cinta en diferentes festivales a nivel mundial, como el de Toronto o el Iberoamericano en España, la realizadora se enfrentó con diferentes opiniones sobre la realidad que Tamara y la catarina refleja: “a los extranjeros no les cuadra. La historia es muy universal porque es una historia de amistad y solidaridad, pero sienten que es ficción” sin embargo, Carreras señala que si bien se trata de una historia creada por ella, los problemas sociales plasmados son reales y es un relato que podría llegar a ocurrir actualmente.
Ángeles Cruz sobresale con la interpretación de Tamara, mujer incomprendida por sus seres queridos y responsable de los enredos que dan pie a la historia. Luego de pasar tres años estudiando a su personaje, Cruz proyecta un carisma natural en la pantalla sin caer en lo caricaturesco, creando una empatía de manera instantánea con los espectadores, mismos que descubren por medio de la lente de Iván Hernández la visión que la protagonista tiene del mundo.
Uno de los aspectos que más le interesó remarcar a la realizadora fue el desinterés que los personajes, tanto Tamara como doña Meche, mostraban ante el dinero: “la pobreza no juega nunca. Nunca las ves sufriendo por dinero, nunca ves a los personajes que sufren por dinero. Entiendes que su vida es así de limitada”. Ellas se preocupan por aspectos más allá de lo monetario, elemento necesario para poder sobrevivir, pero que nunca representa un conflicto serio dentro de la trama, llevándola a un terreno más reflexivo.
Tamara y la catarina es un filme simple y conmovedor que no llega al dramatismo extremo. Cuenta tan sólo una de entre las miles de historias que podrían llegar a suceder en la desmesurada Ciudad de México, pero también resulta ser una invitación para imitar la actitud compasiva que Tamara tiene sobre el mundo que la rodea.
Diana Mendoza
Editora audiovisual del Museo de Antropología y admiradora del séptimo arte.
Categorías