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Sueño en otro idioma y ¿la imposibilidad del lenguaje?

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Por: Denise Roldán  

¿Qué se hace cuando entre dos personas hay mamihlapinatapai pero llevan cincuenta años de no hablarse? Eso es lo que pasa entre Evaristo e Isauro; tal vez no pueden darse cuenta porque en zikril no hay una palabra para nombrarlo. Y en español… tampoco.

Mamihlapinatapai es la palabra más precisa. Del yágana, la lengua más austral de América, significa una mirada cómplice, un sobrentendido entre dos personas que desean lo mismo, y sin embargo ninguno se atreve a dar el primer paso. La premisa de Sueño en otro idioma, la más reciente película de Ernesto Contreras, bien podría derivarse de este vocablo, pues Isauro (Manuel Poncelis/Hoze Meléndez) y Evaristo (Eligio Meléndez/Juan Pablo de Santiago), por una riña que no debe ser dicha ni en zikril ni en español, se separaron, y como les sucede a muchas lenguas nativas, dejaron al zikril sin hablantes.

El cineasta mexicano Ernesto Contreras explora varias temáticas a partir de la historia de estos dos grandes amigos, quienes tras pelear por lo que parece un triángulo amoroso entre ellos y María (Nicolasa Ortíz), se alejan el uno del otro. Cincuenta años después, Martín, el lingüista forastero, necesita reunirlos de nuevo para poder conservar la lengua olvidada de esa región selvática de Veracruz. Una reconciliación que no podía ser pronunciada con ninguna palabra en español. A la sombra de la lengua hispana, la historia de Isauro y Evaristo se ve marcada por la intolerancia, los prejuicios, los tabús y una religiosidad mal entendida.

Aunque la película abarca varios hilos temáticos, la identidad desde el idioma y el lugar de nacimiento, la vejez, el amor, la amistad, no caen en el enrredo, por el contrario, se entretejen conservando la fibra central que justo en este texto no puede ser escrita porque sería arruinar la experiencia cinematográfica a la que todo espectador de Sueño en otro idioma se somete.

La película de los hermanos Contreras, pues el guion fue escrito por Carlos Contreras a raíz de una plática con el productor holandés Raymond van der Kaaij sobre una lengua en extinción, adolece de un primer acto menos ágil que sus consecuentes. Ahí, donde se plantea el mundo narrativo, el peso principal recae en el personaje de Martín (Álvarez Rebeil), quien frente a los otros dos pilares importantes de la película se ve menos desarrollado y hasta cierto punto es arquetipo del explorador ajeno a las costumbres locales, y que, con mirada foránea de hombre blanco, se acerca a una lengua indígena.

Sueño en otro idioma
Sueño en otro idioma

El filme recobra fuerza en su segundo acto cuando por fin se devela la razón por la cual los dos ancianos llevan tanos años sin dirigirse la palabra. Con remembranzas por parte de Evaristo, que funge como traductor, el intermediario entre la separación del pasado y la fricción del presente, nos adentramos a ese otro tiempo en donde se habla el zikril a plenitud. Hay un símil entre la relación Evaristo-Isauro y la viveza del zikril; a fin de cuentas los hablantes son quienes hacen a la lengua, y mientras ellos viven y se relacionan, jugando en la playa, compartiendo una fogata, el idioma está vivo, y cuando ellos se alejan, el zikril agoniza.

La mayoria de las lecturas que se pueden hacer están construidas desde el drama; no obstante, los autores optaron por agregarle tintes de comedia que aligeran la pesadez al lidiar con temas tan crudos como el rechazo a la diferencia, y en otros rompe la atmósfera de nostalgia que armónicamente se construye con el vaivén de las olas, la pasividad de los árboles y el cobijo de la niebla. Ernesto en vez de pelear con las vicisitudes de su locación las incluyó en su obra y es uno de los grandes aciertos de la producción, pues le provee de una naturalidad que era necesaria para la trama.

Como estandarte de su misma historia (una lengua indígena que aún coexiste con la lengua dominante del país, el español, y luego la internacional, el inglés) la cinta soporta la apabullante presencia de películas con grandes presupuestos. Contreras, en su cuenta de Twitter mostró una imagen donde Sueño en otro idioma resistía el embate de Infinity War. El realizador expresó que no está en contra de ese tipo de cine, pero habría que cuestionarse las normatividades que rigen las proyecciones cinematográficas en México y las cuales permiten una desigualdad en términos de salas disponibles para películas como la suya, que no son de superhéroes ni de actores magnamente reconocidos.

Aun con ello, podemos hablar de algunas alternativas. Una manera de contrarrestar las políticas de las grandes distribuidoras y salas de cine es desde la sociedad civil: crear espacios para la proyección de este cine que, en términos monetarios y de publicidad no tiene manera de enfrentarse, pero sí da batalla a nivel argumentativo, pues explora las problemáticas de una sociedad cambiante, contradictoria, injusta, y así muchos adjetivos.

Sueño en otro idioma antes de estrenarse en salas, fue presentada por el Colectivo Cine Social como el plato fuerte de un evento que buscaba crear conciencia, y a la vez, puentes desde el cine hacia la participación ciudadana, en este caso sobre el entendimiento del otro a partir de las diferencias lingüísticas, bien lo dijo Ernesto, el cine es un arte para derribar barreras.

Bellamente fotografiada por Tonatiuh Martínez y ganadora del Premio del Público del festival de Sundance para película extranjera de drama, Sueño en otro idioma sí dialoga acerca de la extinción de una lengua, al igual que le sucede al Ixil y Kaqchikel mexicano, o el yágana chileno; pero remite principalmente a la imposibilidad de expresar quién eres y lo que sientes, por eso quizá es necesario apropiarse del espacio onírico para poder decirlo en otro idioma.

Denise Roldán

Talents press FICG 2018. Por indecisa, soy locutora, guionista y cantante de karaoke. Pero siempre regreso a la escritura, ¡siempre!

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