Blade Runner, tres décadas después

Existen al menos diez versiones de Blade Runner (1982) basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip Kindred Dick debido a las presiones que tuvo la productora y distribuidora con el trabajo realizado por Ridley Scott. La ventaja de dichos diferentes tipos de cortes no mermó en el alcance que tuvo la película hasta la actualidad, a pesar del fracaso en taquilla que tuvo en su estreno.
35 años después, ahora bajo la producción de Ridley Scott, llega un corolario para aquel filme. El mundo ha cambiado después de un apagón que ha acabado con cualquier rastro digital; la Corporación Tyrell ahora es parte de una mega corporación, que continúa con la fabricación de Replicantes, pero un modelo previo (el Nexus 8) tiene algunos defectos, por lo que hay que retirarlos.
Un replicante, rechazado por los humanos que viven en Los Angeles, es un Blade Runner que al retirar a un Nexus 8, este le da una advertencia sobre el acontecer de los androides. Inicia una investigación policiaca con la cual se empezará a descubrir un entramado que va más allá de lo que él podría entender.
Una película emocionante desde el inicio, que no pierde su esencia de cine noir, un policial en toda la extensión de la palabra, ahora con Ryan Gosling en el papel de K, quien protagoniza esta historia. Los efectos visuales son una combinación de físicos y CGI, estos últimos usados en la creación de algunos personajes y en el diseño de producción.
Las actuaciones de Ryan Gosling, Robin Wright y Sylvia Hoeks sobresalen. El primero recuerda al personaje que realizó en Drive (Nicolas Winding Refn, 2011). Respecto a las actuaciones femeninas, es digno de nombrar las acciones que realizan para el avance de la trama. El personaje Luv (Sylvia Hoeks) es una reinterpretación de la femme fatal. Y a Harrison Ford se le nota sin ánimos de estar actuando. La fotografía es excelente, con planos que ayudan a que el espectador se sienta parte de la trama, provocando diversas sensaciones debido a la increíble puesta en escena, en escenarios, props y efectos visuales.
Se nota la mano de Denis Villeneuve, desde los lugares donde pone la cámara, la dirección de actores y el hecho que los personajes estén inmersos en los escenarios. Es un trabajo admirable de dirección.
Es una gran película, y no llegaré a compararla con la realización de 1982, ya que hay tres décadas de diferencia y de recursos tecnológicos. La parte final del guion se hizo para dar entrada a una tercera entrega; tenemos un final abierto y muchas respuestas que aún no se responden por completo.
Es interesante la manera en cómo este filme de inmediato llama la atención, recupera ese sentimiento de desesperanza y deshumanización, además de tratar temas muy actuales como la realidad aumentada y las inteligencias artificiales. Retoma una obsesión que tuvo Philip K. Dick: la teología referente a la tecnología y su relación con los seres humanos.
Sebastián Ortiz
Comunicólogo que habala mucho y escribe (mal) sobre cine, música y ciencia ficción.
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