Alias María | Crítica

Para Latinoamérica es sumamente importante el contexto local y el cine es el medio perfecto para plasmar los problemas sociales. Mediante la visión del director nos situamos en ambientes socio-políticos que envuelven un lugar, los cuales nos puede ser tan desconocidos, como familiares.
Después del largometraje García, seleccionado para su exhibición en diversos festivales internacionales y multipremiado en otros, incluidos el de Cartagena, la dupla conformada por José Luis Rugeles y Diego Vivanco, suma a su trayectoria una película en la que no sitúan en uno de los sitios menos favorables para la supervivencia; ambos ponen la llaga en uno de los problemas que permean no solo el mundo actual, sino en un tema que continúa siendo tabú: la vida en medio de la selva y entre las FARC. El contexto hostil representa no solo la lucha armada en Colombia sino la lucha de una mujer por salvarse así misma a través de su hijo, su única motivación.
La violencia, la pobreza y el peligro son factores que intervienen invariablemente en la situación que aqueja a la protagonista y a la población en un lugar sin ley. María, interpretada por Karen Torres, es una niña de 13 años embarazada por uno de los comandantes de la tropa a la cual también ella pertenece.
La guerrilla sigue, nunca para, y para cubrir todas las necesidades, se encomienda una misión de suma importancia en la que María tendrá una participación importante. El objetivo es llevar sano y salvo al hijo de uno de los jefes con unos ancianos que se ocuparan de cuidar de él hasta que el panorama comiencen a calmarse.
El equipo, conformado por María y tres soldados, se adentra en los oscuros caminos de la selva para cumplir el objetivo. María conoce y acepta la labor de proteger al pequeño, pero pronto se encariña y su futura maternidad hacen que la misión y ella se pongan en riesgo. Pronto, una María consciente de su papel y de su fuerza, buscará la libertad para ella y su hijo que viene en camino. El cambio dramático en su personaje ayuda a tomar las decisiones más difíciles y a seguir adelante cueste lo que cueste.
La historia es cruda, pero no lo suficiente, la violencia y la añoranza no alcanzan su máximo esplendor y al contrario, el filme sufre de un estancamiento emocional. Seguramente la realidad supera a la ficción.
Los aciertos técnicos de la cinta son sin lugar a dudas la fotografía a cargo de Sergio Iván Castaño y el diseño de producción en manos de Oscar Navarro. Los movimientos de cámara a través del bosque son dignos de admirar y los planos largos ayudan a involucrarse en la cinta. El vestuario, las locaciones y el maquillaje complementan de manera coherente el trabajo del cinefotógrafo.
Los puntos menos acertados recaen en los diálogos, a veces poco creíbles, y las actuaciones un tanto forzadas, si bien Rugeles se inclinó por actores no profesionales, el ejercicio se pudo haber ejecutado de una manera más limpia y fluida en muchas escenas.
También encontramos planos de sobra; sobretodo en la selva, mostrando el recorrido de los guerrilleros, a través de los árboles, caminando, cansados y descansando, prácticamente son tiros que no nutren a la historia. El director también recurre a planos cerrados de hormigas con la intensión de representar el trabajo y la supervivencia como una analogía, estas imágenes de los insectos se muestran repetidas veces a lo largo del filme.
La película está dedicada a todas las mujeres que luchan con valentía por su familia, en la guerra, en la vida.
Fan Valdés
Pedagoga de formación pero cineasta por convicción, artista plástica en el tiempo libre.
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