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El buen amigo gigante: El tedio de dos cabezas

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Por: Rodrigo Garay Ysita

Ecos de Khalil Gibran llegaron, como por capricho arbitrario de las musas de los literatos, a las páginas de una novela de Roald Dahl. Así como John Lennon tomó prestada la frase del libanés para abrir su emotiva Julia (1968), el escritor galés favorito de la fijación hipster por los libros infantiles transformó el “Half of what I say is meaningless…” de Gibran en una de las citas más memorables de The BFG (1982): “What I mean and what I say is two different things”, o, en mexicano, “lo que quiero decir y lo que digo es dos cosas diferentes”.

La contradicción del gigante amistoso, parte del desastre lingüístico que lo hace tan simpático, es curiosamente compartida por el gigante del cine espectacular Steven Spielberg, que, en términos menos agradables que los de su protagonista animado, quiso decir y dijo dos cosas distintas a la hora de adaptar la novela en El buen amigo gigante (The BFG, 2016).

el buen amigo gigante poster

Sin afanes adivinatorios ni presunciones irrespetuosas del talento artesanal de Spielberg, que quien esto escribe no es vocero ni traductor de nadie, es seguro apuntar que lo que el director quiso decir está apegado al relato original, hecho y derecho, de Roald Dahl. La historia de una huérfana medio excéntrica secuestrada por un gigante bonachón que, luego de superar su cobardía y poner a sus enemigos en su lugar, le cambia la vida a la niña como en un cuento de hadas.

La diferencia entre cualquier historia de princesas y la de la pequeña Sophie es que en El buen amigo gigante no hay mucho conflicto verdadero. A pesar de la amenaza que representan los otros gigantes de Giant Country—más grandes, estúpidos y carnívoros que el titular—, la aventura de la insoportable Ruby Barnhill (otro caso ejemplar de los peligros de trabajar con niños en el cine) y el monstruo atrapasueños nunca toca fondo, y el guion de Melissa Mathison tiene que recurrir a separar a los protagonistas mediante una despedida más forzada que la de las peores comedias románticas de Hollywood, resuelta tan veloz e incoherentemente como llegó.

Podría aclararse, sin embargo, que esa vaguedad narrativa viene de la novela misma y que, si The BFG ha sobrevivido al paso de los años, es en parte gracias al prestigio de su creador. Lo que en realidad la hace memorable son aquellas curiosidades accesorias, como el vocabulario quimérico del gigante, sus orejotas, sus repugnantes snozzcumbers y sus tragos de frobscottle, su trabajo como repartidor y catalogador de sueños. En resumen, el encanto de su interpretación depende casi completamente de la forma.153859

Ahí es donde la contradicción Spielberg-Dahl se siente más fuertemente, ya que parece que en El buen amigo gigante hay dos películas. O hasta más. Una de ellas con la estética de E.T., el extraterrestre (E. T. the Extra-Terrestrial, 1982): la cara asomada entre las cobijas del alien, la cara asomada entre las cobijas de Sophie. El retrato de la niñez medio abandonada y la atención excesiva a la actuación de la joven Barnhill, que como ya ha sido mordazmente señalado, brinda una experiencia tan entretenida como compartir hora y media con ese sobrino rarito que lo único que quiere es llamar la atención.

Por otro lado, la película animada con el brillo y el dinamismo de Las aventuras de Tintín – El secreto del Unicornio (The Adventures of Tintin, Steven Spielberg, 2011), lucidora del mejor motion capture de la industria a través de secuencias tan creativas como el escape sigiloso del BFG entre las sombras, en donde Mark Rylance es el jugador más valioso. La imagen fascinante del País de los Sueños, o del abusador Fleshlumpeater irrumpiendo en casa ajena (igualmente grandiosa actuación de Jemaine Clement), está tristemente manchada por la presencia humana que, contrastando con el resto de la puesta a computadora, deshace años de avance tecnológico para regresarnos a los collages inverosímiles de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who Framed Roger Rabbit, Robert Zemeckis, 1988) y Space Jam: El juego del siglo (Space Jam, Joe Pytka, 1996).

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La irregularidad visual terminó por robarle a El buen amigo gigante lo que generalmente hace especiales a las historias de Roald Dahl y la confinó a la mediocridad creativa de los remakes que brotan como yerba en la cartelera comercial. El carácter fantasmagórico y casi funeral de Giant Country fue mejor ilustrado por la primera adaptación al cine de The BFG, de Brian Cosgrove (1989), en donde la animación acartonada y fría, con paisajes desolados y gigantes monstruosos, está más cercana al “yellow wasteland” del texto de Dahl que los paisajes genéricos y sobresaturados de Spielberg (que recuerdan, más bien, a la otra adaptación desalmada que Sam Raimi hizo en Oz, el poderoso [Oz the Great and Powerful, 2013]).

Si el lector se encuentra valeroso (o tiene estupefacientes a la mano), estará mejor acompañado de la extrañeza de esa primera versión de El buen amigo gigante. Aunque es igual de aburrida que esta nueva entrega, es al menos una fuente concisa de humor involuntario.

Trailer:

Ficha técnica

Dirección: Steven Spielberg.

Guión: Melissa Mathison.

Producción: Frank Marshall, Sam Mercer, Steven Spielberg.

Edición: Michael Kahn.

Dirección de fotografía: Janusz Kaminski.

Reparto: Mark Rylance, Ruby Barnhill, Penelope Wilton, Jemaine Clement, Rebecca Hall, Rafe Spall.

Diseño de producción: Rick Carter, Robert Stromberg

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