El cuarto prohibido: un licuado surrealista

Cinema is the ultimate pervert art, it doesn’t tell you what to desire, it tells you how to desire.

-Slavoj Zizek

El cuarto prohibido es definitivamente una interesante propuesta cinematográfica, diferente a lo que la mayoría de nuestros ojos están acostumbrados a mirar; brillante por su realización, su esencia, su estructura y su guion. Es un filme Canadiense codirigido por los realizadores Guy Maddin y Evan Johnson, quienes ilustran diferentes historias de proyectos cinematográficos que en el pasado no vieron la luz o no se concretaron.

Simulando una estructura mental; nos sumergen en varios niveles de la psique desde el consciente hasta el inconsciente.

La primera estructura se vuelve cíclica; un submarino con pasajeros comienza a naufragar y para sobrevivir deben comer barras de cereal, esto con el fin de duplicar la cantidad de oxígeno; a partir de este punto la película desemboca en una serie de historias surrealistas: un grupo de hombres buscan a una chica llamada Margot secuestrada en las montañas, quien a su vez nos transporta a un sueño lleno de sinsentido. Una mujer sufre un accidente y es curada por un doctor, quien al mismo tiempo es atacado en una isla por las mujeres esqueleto. Un hombre sufre un trastorno obsesivo por los traseros de las mujeres y de vuelta a un submarino con una tripulación a la deriva. ¡Así es! Maddin y Johnson construyen los relatos a partir del inconsciente, los deseos frustrados, la esencia más primitiva del ser humano, aquello de lo que no podemos escapar, los espacios que no comprendemos.

Cada plano está construido en un muy bien estructurado espacio-tiempo, en ningún momento hay planos que priven de acciones, además, la presentación de los personajes a manera de sátira te introduce de golpe en cada historia, rápido, conciso. Emulando a un filme viejo, te transporta a los inicios del cine, a esas cintas físicamente imperfectas, texturizadas.

Los directores combinaron diferentes técnicas, desde filmaciones en sets con fondos en movimiento y rotoscopías que dan a la producción de un extraño ritmo y narrativa. Esto es efectivo a la hora de dotar de información al espectador.

La fotografía y la paleta de colores recupera los rojos y azules en algunos relatos, y recurre al sepia en la mayoría de estos; saturada, con sombras duras que marcan las expresiones de los personajes y condensan el contexto.

Su puesta en escena recae en la esencia del teatro y vemos la ubicación espacial en un solo trazo horizontal, elementos que funcionan al reclamar todo un diseño de producción basado en rememorar las cintas viejas, aportando un vestuario, maquillaje y un ambiente de gran calidad.

En general la cinta atrapa fácilmente pero de la misma manera puede perder al espectador con imágenes repetitivas que generan un repentino descontento y una ligera molestia.

Se convierte en un ejercicio que trata de experimentar desde el guion hasta la técnica logrando un interesante licuado de surrealismo que vale la pena analizar.

Fan Valdés

Pedagoga de formación pero cineasta por convicción, artista plástica en el tiempo libre.