Stranger things: cómo pasar del plagio al homenaje

Los grandes artistas copian, los genios roban.
-Pablo Picasso
Con bombo y platillo se presentó la ochenterísima Stranger things, serie original de la titánica compañía Netflix, que incursiona en la ciencia ficción acompañada por un gran número de referencias musicales y cinematográficas, con una trama predecible pero con personajes entrañables.
Un niño se pierde misteriosamente en un suburbio estadounidense, una niña escapa de un complejo en donde se realizan extraños experimentos a las afueras del condado. A través de ocho episodios el programa busca resolver ambas narraciones.
El guion funciona a la manera típica, tres actos perfectamente distribuidos en sus casi ocho horas de duración, sin embargo se diluye hacia el final. Los antagonistas pierden fuerza y el capítulo final brilla por ser anticlimático. El poder de Stranger things yace en los primeros cinco episodios, los hermanos Duffer se toman el tiempo necesario para desenrollar la anécdota, a pesar de ello hay momentos que se sienten forzados o se resuelven con prisa de lo cual resulta una arritmia insatisfactoria.
La trama es débil, no así los personajes. Se comienza con una brillante Wynona Rider, quien interpreta a una mujer al borde de la locura debido a la pérdida del hijo. Matthew Modine entrega a un villano solemne, en cada aparición intriga y es lamentable su apresurada resolución, él es el único desaprovechado del elenco. Milly Bobby Brown es una perturbada “Once”, rememora a la genial Natalie Portman de Leon ( Besson, 1994), ambas jóvenes de gran talento. El resto de los histriones también se destaca, sin embargo son éstos tres los que se roban la serie.
Debido a lo predecible del arco narrativo, Stranger things apela a la nostalgia del ochentero, se agradecen los innumerables guiños a cintas como Tiburón (Spielberg, 1975) o The thing (Carpenter, 82). Pero, son tantos los señalamientos que la serie pasa por copia fiel de un sin fin de cintas del género y la época como E.T, el extraterrestre (Spielberg, 1982), ejercicios de televisión que exploraron la amistad en la infancia tal cual lo hizo IT (Lee Wallace, 1990) o películas y series contemporáneas con el mismo ambiente o tema como Super 8 (Abrams, 2011) y Believe (Cuarón/Friedman, 2014) . Dichos homenajes le restan personalidad al producto, que pasa por mediano.
La música es un deleite, los sintetizadores se encuentran lo mismo en el clímax que en conversaciones anodinas, y hacen referencia también a compositores como Giorgio Moroder o Cliff Martínez. Es aquí donde la historia encuentra su identidad.
El diseño de producción y la fotografía se fusionan para recrear la época a la perfección, se sabe ya que los técnicos estadounidenses son pulcros y difícilmente se les recrimina algo en esos departamentos.
Strange things es una serie entretenida, que se nutre tanto de sus referencias que termina por desdibujarse, contiene la dinámica del suburbio gringo por todos conocida, sin nuevos giros ni emociones inesperadas.
Gerardo Herrera
Guionista, cofundador y editor de Zoom F7
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