La leyenda de Tarzán: el rey del tedio

Los animales son buenos amigos,
no hacen preguntas y tampoco critican.
-Mary Anne Evans
¿Era necesaria la película? No. ¿Entretiene, interesa, conmueve? Tampoco.
Desde hace años a Hollywood le falta imaginación, su crisis narrativa es norma y con el paso de los días, se acentúa. La leyenda de Tarzán se suma a una de las peores etapas del gigante estadunidense. Entra dentro de la tradición del remake, una vez más la gata se revuelca para terminar siendo lo mismo.
El filme aborda a Tarzán fuera de la jungla, transformado en un ilustre caballero de alcurnia. Su matrimonio con Jane sufre la pérdida del primogénito y una misión de paz lo trae de vuelta al Congo belga. A partir de ahí, David Yates desarrolla una trama sustentada en el flashback para contar el origen del personaje, su simiesca relación parental y el primer encuentro con Jane. La progresión dramática es lenta, estéril. Con el afán de sorprender, el director usa un truco desgastado y termina recicla lo que ya todos conocemos, el origen del hombre mono.
El guion es una amalgama de lugares comunes, simplón. El héroe anda sin motivaciones, pelea porque sí, las secuencias de acción están porque de lo contrario el espectador se aburriría más de lo que ya está. El antagonista: un repetitivo Christoph Waltz quien vuelve a interpretar al personaje que le consagró, el coronel Hans Landa de Bastardos sin gloria (Tarantino, 2009), sin embargo en esta ocasión se trata de una versión edulcorada y apática.
Alexander Skarsgard entrega a un Tarzán hiperfuerte que soporta cualquier embate de la naturaleza, Hugh Glass se avergonzaría ante las proezas del rey de la selva. Margot Robbie reinventa a Jane, quien pasa de la pasividad a ser una compinche atractiva. Es Samuel L. Jackson el verdadero protagonista de la cinta. Cada una de sus apariciones es un deleite, el histrión es tan carismático que se come la película completa. Honor a quien honor merece.
El resto es historia conocida: uso excesivo de pantalla verde, a tal grado que miramos a los personajes recortados, grandes explosiones, miles de animales en pantalla generados por computadora, persecuciones iracundas, una damisela en peligro y básicamente, trucaje, falsedad por doquier. Lo mismo de siempre.
La leyenda de Tarzán carece de pasión, esfuerzo y técnica. No cumple con ningún requisito digno para ser vista, a pesar de ello, se llenan las salas, ojalá el público reaccione y deje de apoyar tremendos bodrios.
Gerardo Herrera
Guionista, cofundador y editor de Zoom F7
Categorías