Julieta: referencia y desgaste l Crítica

Por: Gerardo Herrera
Después de un receso autoimpuesto que incluyó la realización de la ligera Los amantes pasajeros (2013), Pedro Almodóvar decide volver a la silla de director para contar todo sobre una madre quien pierde a su hija. El periplo se narra a través del intento de Julieta por hablar con ella a través de una carta que rememora el pasado de la protagonista.
Eficaz y autorreferencial, la cinta es para quien se inicia en el cine del manchego una excelente presentación, sin embargo para el seguidor apasionado de la obra del español es un filme reiterativo, predecible y a pesar de su grata manufactura, dista de ser lo mejor del cineasta.
Almodóvar busca la innovación en la puesta en cámara; el comienzo de la película luce prometedor, atípico. Apuesta por una imagen temblorosa y una tonalidad blancuzca, extraña, que anuncia la nueva vida de una Julieta madura con alguna pared roja que denota un pasado tortuoso. La progresión dramática se desarrolla a partir de un encuentro casual casi designado por un dios a la usanza griega, entonces, Pedro vuelve a ser el mismo. La paleta de color se satura, los movimientos de cámara recuperan su precisión y pulcritud característica.
Recurre al eterno viaje de vuelta, a la nostalgia de estar en el lugar de ayer. Por medio de una carta, Julieta vierte la culpabilidad de perder a la hija amada y nos cuenta el por qué de su pesar. Entonces Pedro experimenta, se arriesga al representar al mismo personaje por medio de dos actrices que en tono lucen idénticas. Este par de mujeres conocen al ser a profundidad, el mayor acierto del filme es sin duda lo que obtiene de ambas. Almodóvar logra crear a una mujer entrañable, sumergida en la locura pero sobre todo en una melancolía inefable, resultado de otra herramienta típica del director: la muerte.
El cineasta emplea el color con maestría; asigna el azul y sus variantes a una Julieta joven, plena; el rojo dinamiza la tragedia, acentúa el deseo; el blanco llega con la madurez del personaje al aceptar la pérdida; simple e íntimo.
El diseño de producción es sobresaliente, divide el transitar de Julieta en distintas etapas, sintetiza la obra completa del director manchego. De lo parco de La piel que habito (2011) a lo esperpéntico de Todo sobre mi madre (1999).
¿Qué “falló” entonces?
Si bien Almodóvar continúa exprimiendo sus valores de producción y actuación al máximo, su herramienta principal subyace en el guión. El texto contiene capas que permiten al espectador jugar con el material, descubrir-se y deslumbrar-se mientras avanza la trama. Por primera vez, Pedro se repite, se copia y para quien ha seguido su filmografía, Julieta resulta la más predecible de todas. La trama sufre en donde éste nunca había fallado: hay cabos sueltos, actitudes incompletas, el drama por momentos se parte. El filme es una amalgama de sus películas anteriores. Sin giros ni sorpresas.
Pedro es como Julieta, hurga en su pasado fílmico, se revisa, trata de explicarse. Quizá para tomar un camino distinto, para explorar una nueva senda. Para lograrlo realizó este filme, el primero en el que el genio se repite, el primero en el que se vuelve un cineasta predecible, consumido por su obra.
Categorías