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Carol, la insoportable levedad de la homosexualidad

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La melosa historia de amor “prohibido” entre una mujer consolidada, esposa de la alta alcurnia y una chica de Nueva York aspirante a fotógrafa que trabaja en una tienda de muñecas, parece inquietante y llamativa, pero conforme avanza la película las expectativas se desinflan.

Como resultado de un flechazo mandado desde el arco de cupido, Therese (Rooney Mara) se siente íntima y velozmente capturada por Carol (Kate Blanchett). Es hasta el minuto cuarenta y cinco cuando, después de insinuaciones, gestos de afecto e indicios de un previo comportamiento homosexual por parte de Carol, ambas aceptan que sí se gustan, lo cual ya había quedado claro desde la primera mirada que cruzan.

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Uno de los primeras impresiones es la postergación del conflicto, lo que convierte al primer acto en un tanto tedioso; en el segundo, el conflicto toma fuerza sólo para irse por la tangente y la resolución se da de las formas más simples; la misión de Carol es liberarse un poco de la presión social, y lo logra, siempre lo logra. Al deslizar todo en un terreno plano y remarcar lo evidente, Todd Haynes no provoca, ni enciende en ningún momento la trama.

Lo rescatable: El cast. La versátil y brillante Rooney Mara, quien de ser la chica ruda tatuada pasa a figurar como la clásica mujer joven neoyorquina, sin embargo esta vez no refleja algo más que simpleza: su personaje siempre acepta, sus aspiraciones no parecen tener la menor prioridad e incluso parece sumisa. Aun así, destaca su facilidad para interpretar papeles tan polares. ¡Sí¡ Rooney rescata al personaje con su interpretación, la cual le valió el premio a mejor actriz de reparto en Cannes.

Kate Blanchett no se queda atrás. Es una mujer que no tiene más preocupación que su apariencia, ¿su hija? ¡Bah! ella está segundo término. Condenada por su esposo debido a sus preferencias sexuales (que por cierto ella niega), es una mujer fuerte y libre. Una mirada, un gesto bastará para saber qué es lo que quiere de quien se le ponga enfrente.

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Las películas de época siempre son atractivas, en el caso de Carol, el diseño de producción está minuciosamente cuidado y logra recrear los años 50. No hay que discutir los detalles, definitivamente transporta en el tiempo, los vestuarios dotan a cada personaje con una peculiar singularidad y elegancia, los cálidos en la fotografía encantan y armonizan. En el montaje los primeros travelings adentran a la historia para dejarnos en la escena final con la que paradójicamente inicia, como un eterno flashback.

A Carol le faltó fuerza para sorprender, para mostrar la emoción, pasión y entrega de dos personas enamoradas, para hacer sentir a la audiencia, para transformar los tabúes, para detonar la homosexualidad.

Fan Valdés

Pedagoga de formación pero cineasta por convicción, artista plástica en el tiempo libre.

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Crítica

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