El hombre que cayó a la tierra: una historia alienígena

Por: Citlalli Vargas Contreras (@rimbaudienne_)
Bowie. Remite a pensar en melodías cósmicas, en vestuarios extravagantes traídos probablemente de pasarelas en Venus, en ojos disparejos pero llenos de magia. En fin, un hombre que nunca perteneció a este planeta pero que pasó 69 años viviendo aquí para dejarnos un legado artístico y humano que forma parte del alma de muchos, quienes con cariño podemos llamarlo David simplemente, sin sentirnos culpables por faltarle al respeto.
Me atrevo a decir que la mayoría lo conocimos por su música, sin embargo, no es una sorpresa que siendo alguien tan multifacético, David buscara expresarse también a través del séptimo arte. Y una de esas aproximaciones al cine resultó El hombre que cayó a la tierra (The Man Who Fell to Earth, Nicolas Roeg 1976) y la cual se trata de uno de los mejores trabajos cinematográficos del director británico.
El título le cayó como anillo al dedo al cantante. David interpreta a Thomas Jerome Newton, un hombre que llega a la Tierra con el afán de recolectar agua para llevarla a su planeta, Anthea, el cual atraviesa una severa sequía.
Luego de asociarse con un abogado de patentes, Newton funda World Enterprises Corporation y comienza a hacerse de una riqueza que será necesaria para poder construir una nave espacial capaz transportar el vital líquido a su lejano hogar. De un momento a otro, el extraterrestre conoce a Mary Lou (Candy Clark), una jovencita sencilla y linda pero solitaria que trabaja en un pequeño hotel. Ambos, en su soledad, crean rápidamente un lazo afectivo que los lleva a iniciar una relación.
Como suele pasar gracias el amor, Newton se vuelve un explorador, un terranauta que comienza a aprender de la vida y a volverse cada día más humano: va a la iglesia, descubre ciertos placeres mundanos como el alcohol y el sexo y sus pies se siembran cada vez más en la Tierra de la mano de Mary Lou, al tiempo que también cultiva una amistad con el Dr. Nathan Bryce, quien trabaja para él en su corporación. No obstante, de una manera súbita y un tanto violenta, Bryce descubre el origen alienígena de su amigo, lo cual orilla a este último a revelarle el secreto a Mary Lou, quien, horrorizada, entra en shock. Su amante prefiere dejarla y marcharse.
La crisis deriva en que Newton se hunde en el alcohol y se vuelve adicto a los programas de televisión pero, a pesar de esto, logra terminar su primera misión: la nave espacial que rescataría a su planeta. Este suceso lo lleva a los reflectores y principalmente lo pone en el ojo del gobierno, quienes deciden capturarlo y hacer con él inhumanos experimentos para entender su naturaleza extraterrestre. Luego de años, y después de un breve y vacío reencuentro con Mary Lou, logra escaparse. Pero su fracaso al intentar salvar su hogar y la soledad que le causa estar atrapado en la Tierra hacen de él un ser absolutamente deprimido, sin esperanzas, que termina rindiéndose ante la vida terrestre.
Es interesante cómo Nicolas Roeg logró una película sobre un alienígena que puede enseñarnos tanto sobre la propia humanidad y sus características, las cuales han perdurado a través de los tiempos, como el miedo a quienes nos son diferentes o la manera en la que el enamoramiento y luego el amor, cambia violentamente nuestra perspectiva respecto al entorno. Incluso la pérdida de esperanza cuando el fracaso parece inminente; es algo tan humano que no concebimos que otros seres puedan sentirlo.
A diferencia de Newton, David, durante su estancia en la Tierra, nunca se sintió de esa manera, o al menos jamás lo reflejó. Siempre pareció disfrutar de lo que hacía porque hacía lo que quería sin importarle lo que dijeran o pensaran los demás de él. Entendió fácilmente que la vida terrestre es corta aunque parezca larga, y que se debe aprovechar en ser uno mismo para poder decir que se vive, y no sólo existir como un ente pasivo. Aun con sus extravagancias y sus vuelos, siempre supo mantener una buena relación con la gravedad y no perder de vista el piso.
Por eso es que David logró mostrarnos que estaba bien venir de otros planetas y ser diferentes, porque al final, un día nos iremos de aquí a nuestras estrellas de origen y nadie quiere viajar por el infinito cosmos sin tener historias que contar.
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