Cinco películas en las que Leonardo no es Di Caprio

Por: Rodrigo Garay Ysita (@Rodrigo_Garay)
Como dijo Mike Stoklasa en menos palabras, Leonardo Di Caprio es uno de esos actores tan reconocibles que es difícil olvidar al nombre cuando su personaje está en pantalla. Después del furor adolescente que provocó Titanic (James Cameron, 1997), su rostro ha estado en tantas revistas y tantos programas de televisión que resulta imposible ver a Luis XIV en The Man in the Iron Mask (Randall Wallace, 1998): es Leo. Y entonces Frank Abagnale en Catch Me If You Can (Steven Spielberg, 2002) ya no es Frank, es Leo; Amsterdam Vallon de Gangs of New York (Martin Scorsese, 2002), Leo, y del protagonista de Inception (Christopher Nolan, 2010) ni mencionar el nombre porque todos sabemos que se apellida Di Caprio.
Sin embargo, y más allá del meme interminable sobre la nula cantidad de Óscares en sus manos, el actor californiano ha consolidado una carrera de más de 20 años formada por papeles complejos, interesantes y muy lejanos de la zona de comfort en la cual pudo haberse situado después de su momento de teen star.
En vísperas del estreno de The Revenant (Alejandro González Iñárritu, 2015) y en pleno chismerío de ahora-sí-gana-el-Óscar, la siguiente es una lista de cinco películas en las que, según el criterio de quien escribe, Leonardo Di Caprio dejó de ser Leonardo Di Caprio.
- Edgar (Clint Eastwood, 2011)
Dirigida, producida y musicalizada por Clint Eastwood, J. Edgar es un biopic de John Edgar Hoover, el primer director de la Oficina Federal de Investigación (mejor conocida como FBI) de los Estados Unidos y el responsable de construir a la institución como es famosa en la actualidad. Hoover fue una figura de increíble poder e influencia en la política estadounidense del siglo XX: los rumores sobre la cantidad de información confidencial que poseía eran tales, que el mismo Richard Nixon afirmó que tenía miedo de hacerlo enojar.
A pesar de que el largometraje tiene algunos elementos desfavorables; como una historia complicada por sus referencias políticas, un tono sombrío que podría aburrir a quienes no gusten del tema y un maquillaje que raya en la caricatura; la actuación de Di Caprio es cada vez mejor mientras avanza la historia.
No sólo captura la megalomanía de un hombre con tanto poder que no puede evitar abusar de él, sino que utiliza todos los elementos histriónicos a su disposición (gestos, posturas, entonación, etc.) para registrar el conflicto interno de alguien cuya homosexualidad es tan reprobable para sí mismo como peligrosa para la opinión pública.
- Django Unchained (Quentin Tarantino, 2012)
Hay quizás pocos escenarios en donde la sobreactuación hace brillar a un actor; uno de ellos es definitivamente una película de Quentin Tarantino. Pastiches repletos de dinamismo, las obras del director tennesiano son un conjunto de referencias cinematográficas unidas por tramas y personajes tan exagerados que es absurdo tomarlas en serio. La maestría de Tarantino detrás de la cámara ha sido pocas veces discutible y su ecléctica selección de música, anacrónica pero efectiva, refuerza el propósito de su cine: hacer un tributo a sus películas favoritas y divertir a la audiencia.
En ese contexto, Leonardo Di Caprio como Calvin J. Candie (que desde el nombre ya es ridículo), excéntrico dueño de plantaciones y esclavos, es entretenimiento puro. Su acento sureño afrancesado, barba larga, ojos delineados y sus arranques de gritos iracundos disfrazan por completo al niño bonito de Romeo + Julieta (Baz Luhrmann, 1996) y lo convierten en un espectáculo de violencia satírica.
La cereza en el pastel: la escena en la que se cortó la palma de la mano accidentalmente y no dejó de actuar, salpicando la mesa (entre otras cosas) de sangre que no era de utilería.
- The Departed (Martin Scorsese, 2006)
En una muestra más de que es el ambiente el que hace que este actor se transforme, The Departed (o Los infiltrados, desafortunado título que tuvo en México) fue la tercera colaboración del intérprete con Martin Scorsese y la mejor lograda hasta ese momento. Remake de la película hongkonesa Infiernal affairs (Andrew Lau y Alan Mak, 2002), es una historia policiaca de suspenso, traiciones y, sí, infiltrados.
El susodicho interpreta a Billy Costigan, policía encubierto en un grupo de criminales irlandeses dirigidos por Jack Nicholson (más bien, por el personaje de Jack Nicholson). Polo opuesto de la presencia amenazante de Calvin J. Candie, Billy es una víctima de las circunstancias; entre confesiones nerviosas a su psiquiatra y entrevistas con asesinos, el agente es la encarnación del pánico que se tiene al estar entre la espada y la pared, presionado por ambos bandos hasta las últimas consecuencias.
- Revolutionary Road (Sam Mendes, 2008)
El sueño americano tiene sus peligros. La casa impecable en los suburbios, los hijos, la pareja envidiable, el trabajo mundano. Basada en la novela homónima de Richard Yates, Revolutionary Road es el reencuentro de Kate Winslet y Leonardo Di Caprio en el mundo cinematográfico; una especie de imaginación de si Jack y Rose hubieran sobrevivido el naufragio y se hubieran casado.
A pesar de que no trasciende algunas características que ya son tradición en sus papeles, Di Caprio, en el papel de Frank Wheeler, se vuelve la representación de los miedos de cualquier marido clasemediero. El destino mediocre está por llegar en cualquier momento y, en la crisis de los treinta, el hombre está por llevarse a su mujer a la desgracia junto con él.
El ritmo del filme cae en la dinámica Winslet-Di Caprio, marido y mujer, pleitos y reconciliaciones. Frank Wheeler, sin darse cuenta, se ha vuelto la clase de persona que le genera histeria a la ama de casa de ensueño; por hombres como él, Madame Bovary se hizo lo que se hizo.
- The wolf of Wall Street (Martin Scorsese, 2013)
A pesar de lo predecible que es citar esta película en una lista, de lo doblemente predecible que es hacerlo en el número uno (aunque la presente enumeración no está en orden cualitativo) y de lo redundante que resulta hacer énfasis en los elementos diegéticos que hacen relucir al actor que celebra este texto, la mención de la más reciente producción de Scorsese es más que necesaria: es el mejor ejemplo de cuando se olvida a la persona pública detrás de un personaje.
El protagonista de The wolf of Wall Stret reúne las características mencionadas en las entradas anteriores y las explota con desmesura. Es la egomanía de J. Edgar, la complejidad psicológica de Billy Costigan, el pésimo marido que es Frank Wheeler y la exageración de Monsieur Candie llevadas a los límites permisibles en un largometraje de Hollywood.
Tres horas exactas de contemplar los excesos cocainómanos de Jordan Belfort, magnate embaucador, accionista sin escrúpulos, son mucho más que suficientes para olvidarse del Titanic y de los Óscares. Según relata Thelma Schoonmaker, editora inseparable de Scorsese, el cineasta no podía parar de reír durante el rodaje del filme, y es que, entre enanos, prostitutas, bandas de guerra y oficinistas extasiados, Di Caprio ya no es Di Caprio. Es el diablo que se ríe desde las llamas del infierno.
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