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Anomalisa: Egocentrismo trágico

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Por: Rodrigo Garay Ysita (@Rodrigo_Garay

Dicen que uno sólo escucha lo que quiere escuchar. Dicen también, ésos que saben y a quienes todos citamos por su fuente inagotable de sabiduría popular, que mientras más envejece uno, más necio se vuelve. Más intolerante. El ego, que crece grande y fuerte siempre que se le valida con premios, aplausos y palmaditas en el hombro, es ruido que ensordece a su víctima y que la aísla de las voces ajenas. Cada vez estamos menos dispuestos a escuchar a los otros, eso le preocupa a Charlie Kaufman.

En 2005, el escritor de los aplaudidos guiones de Being John Malkovich (Spike Jonze, 1999) y Eternal Sunshine of the Spotless Mind (Michel Gondry, 2004) estrenó una obra de teatro sonoro en el Theater of the New Ear de Carter Burwell. Bajo el pseudónimo Francis Fregoli, reunió a tres actores para que interpretaran un romance poco convencional utilizando solamente sus voces. La obra se llamaba Anomalisa.

David Thewlis voices Michael Stone in the animated stop-motion film, ANOMALISA

Diez años más tarde, Kaufman estrenó la adaptación fílmica de ese libreto en la manera más extraña que pudo encontrar: con marionetas y en stop-motion. Debido a su falta de experiencia con la animación cuadro por cuadro, se alió con Duke Johnson, director de algunos episodios de Moral Orel y Mary Shelley’s Frankenhole, para lograr una historia cinematográfica que hablara, entre otras cosas, del egoísmo ensordecedor de un pobre hombre que corrompe todo lo que toca.

Ese hombre es Michael Stone, un exitoso escritor de libros de autoayuda para oficinistas que vive en un mundo de un solo tono: literalmente monótono. Todas las voces le suenan igual, todas las caras le saben a lo mismo. Está deprimido por su esposa, por su hijo y por la masa de aduladores fanáticos y molestos desconocidos que lo rodean hasta que en un hotel de Cincinnati, antes de dar una conferencia, conoce a Lisa.

anomalisa

Tímida y excéntrica admiradora de Cyndi Lauper, ella habla como nadie más y es la dulzura que rompe con el resto, lo cual enamora al protagonista; Lisa es una anomalía encantadora que podría cambiarle la vida al señor Stone. Sin embargo, esta premisa de comedia romántica, prometida desde el incierto trailer promocional de Paramount Pictures, es subvertida agresivamente con los terrores existencialistas característicos de un guión de Charlie Kaufman.

Justamente esa dualidad es lo que hace brillar a Anomalisa. La más brutal ironía de contrastar los puntos exactos de una historia de amor, acompañados de reacciones humorísticas y gags visuales, con un ambiente de tensión psicológica. La presencia de los otros, su voz, sus rostros, propician la ansiedad en el aire. Algo anda mal; quién sabe qué, pero algo malo se aproxima.

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El sufrimiento de Michael Stone no es sólo material de reflexión sino un ejercicio para todos los sentidos. La animación impecable muestra a marionetas que hablan, manejan, fuman y van al baño con un apego siniestro a los movimientos humanos. Los diferentes escenarios, con igual semejanza a la arquitectura del mundo de carne y hueso, ayudan a crear una extraña sensación de intimidad. Además, como podría esperarse del origen dramático-experimental de esta obra, es el canal auditivo el que verdaderamente define lo que está pasando.

Con estos recursos, Charlie Kaufman y Duke Johnson nos exponen la tragedia del egocéntrico, el que está condenado a la más triste soledad por haberle robado las voces a la gente que lo rodea. Quizás no lo hace a propósito ni es su culpa, pero este hombre controlador, en su afán de imponerse y de sentirse amado, ha censurado a su prójimo y lo ha convertido en alimento de pesadillas, delirio paranoico y en eco monótono de su vida rutinaria. El egocéntrico está solo, está perdiendo la cabeza. Y ese egocéntrico somos todos.

 

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