Mustang: un sutil grito feminista

“Todo cambió con un abrir y cerrar de ojos, en un instante todo estaba bien, después todo se convirtió una mierda…”
Mustang: belleza salvaje (Deniz Gamze Ergüven y Alice Winocour, 2015)una historia que habla de libertades, de cambios, tradiciones y choques espacio-temporales.
Cruda y esperanzadora, bella e intensamente, así Deniz Gamze Ergüven retrata la vida de cinco hermanas con personalidades tan similares y tan distintas al mismo tiempo. La camaradería es algo que traen en las venas; se acompañan en la odisea de lo que pareciera ser una eterna transición a una adolescencia fluorescente, cada una con historias y edades diferentes, no sólo buscan la libertad, sino la sienten. Todo en un lugar donde al parecer existe todo menos la liberación femenina.
El grupo de mujeres ha quedado a la suerte del cuidado de sus familiares arraigados a sus tradiciones, a la sociedad, y a la presión, tanto de su abuela como de su tío, quienes buscan de manera incesante y extrema mantener en ellas un estado de castidad y pureza.
Sexo, adolescencia, inquietudes, experiencias, transformaciones, cambios físicos y biológicos inevitables, tan sólo son unas adolescentes con ganas de sentir en sus largos cabellos el golpe de aire de libertad, sentirse vivas; son enérgicas, rebeldes.
Lale, la más joven, sabe lo que quiere y distingue muy bien lo que no quiere. Es una chica dulce y decide que la vida le guarda algo emocionante. Su corazón rebelde se arriesga. La libertad es demasiado bella como para no luchar por obtenerla, y su serenidad hace pensar que la vida no es tan agobiante como aparenta, aun con sus cadenas sociales y contextuales que nos atan a ciertos medios y fines. Ella lleva en todo lo alto la liberación femenina en un lugar en donde reina el machismo.
La abuela se encuentra en un dilema, incluso parece que a veces las entiende, sin embargo no permitirá que la actitud de las hermanas rompa con sus ya tan perpetuadas tradiciones. Así lleva paulatina y sigilosamente el encierro de las hermanas.
La fotografía nos llena de colores cálidos y pastel, lo cual resulta acorde con las personalidades de las adolescentes. El paisaje contrasta tajantemente al encierro de las jóvenes: planos abiertos muestran la inmensidad del mar, del bosque. Desde las ventanas se puede respirar un poco del aire que regala el mundo, aquel mundo que se les ha negado.
La puesta en escena llena de dinamismo a la película, en donde la directora plasma un grito feminista de manera exitosamente sutil a través de Lale, quien dotada de una fortaleza, serenidad y decisión excepcional tratará de huir a como dé lugar del destino que le fue dictado, en donde al parecer la única manera de librarse de su cárcel y entrar a otra es el matrimonio. Una libertad efímera, condicionada.
Fan Valdés
Pedagoga de formación pero cineasta por convicción, artista plástica en el tiempo libre.
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