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Eisenstein en Guanajuato: un extravagante relato de Greenaway | Crítica

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Por: Gerardo Herrera

Tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes.

-Aristóteles

Cinco minutos le bastan a Peter Greenaway para mostrar su excepcional obra. El principio de Eisenstein en Guanajuato rinde justo homenaje a quien es quizá el realizador más influyente en la historia del cine ruso. El resto del filme mantiene la calidad y se consolida como un extravagante relato.

Se nota a leguas el legado de Eisenstein en la película del inglés, ya que su principal herramienta es el montaje, básicamente Greenaway utiliza los postulados que hicieron del soviético una leyenda. Ritmo, métrica, encadenamiento, contención y choque de planos para generar un contenido que lo mismo incita a la emoción que al intelecto. Es la obviedad del enunciado visual un acierto para referenciar al teórico autor de El acorazado Potemkin.

Hay una palabra clave para describir la cinta: frenesí. El espectador debe atender con atención, ya que de lo contrario podría perderse no solamente el hilo narrativo, sino también los brillantes diálogos que funcionan como detonante de la acción a la usanza literaria.

Es innegable la raíz teatral del director británico, el trazo escénico aunado a las interpretaciones del reparto son un reflejo de dicho bagaje; la influencia se mira en la perfecta entonación de cada línea, el diálogo es el sustento principal, empero los actores se destacan por el dominio corporal. Resulta un placer observar la actuación de Elmer Bäck, finlandés talentoso encargado de representar a Eisenstein y que además domina completamente al personaje. Los histriones coquetean con el género fársico pero funciona a la perfección con el tono del filme.

El argumento se ocupa de la relación homosexual que tuvo el cineasta ruso con su guía, Palomino Cañedo y de paso el texto se desocupa de la labor fílmica del director en territorio nacional. La película no es una recreación detrás de la cámara que capturó ¡Que viva México! (1979), se involucra en la intimidad del hombre, lo desnuda literal y metafóricamente. Apegada a la realidad o no, la cinta ya es icónica.

La fotografía privilegia y contribuye al artífice, incluso algunas escenas que transcurren en exterior se hacen con luz controlada, es decir que hasta en el apartado fotográfico permea el origen teatral. El diseño de producción es acertado, principalmente al recrear aquella época dorada para el cine mudo, que antecede además a la estandarización del sonido.

Al filme se le ha clasificado como cine gay, más allá de la etiqueta , éste busca retratar al amor y sus delirios. Muestra una obsesión suplantada por otra, el arte motivado por la pasión y viceversa. Ficción o realidad, Eisenstein en Guanajuato es la última joya que entrega Greenaway (a la fecha), basada en ese tesoro jamás desenterrado que no pudo editar Eisenstein.

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