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El hospicio | Crítica

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 Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte;

los valientes prueban la muerte sólo una vez. 

-William Shakespeare

En El hospicio (Lee Chang-Jae, 2014) paradójicamente, el lugar físico sólo es pretexto para la exploración. Pesquisa necesaria para todo ser humano ¿qué es la muerte? y en el caso que nos atañe: ¿cómo afrontarla? El director captura el viaje de cuatro enfermos de cáncer en etapa terminal, así como de los voluntarios y doctores al interior del edificio.

La realización es audaz, se nota el valor para colocar la cámara ahí donde el cine occidental se ocultaría detrás de alguna puerta o a espaldas de los protagonistas. Chang-Jae inmediatamente nos sitúa de cara a la muerte: no ha pasado un tercio de la cinta cuando vivimos en primera fila el fallecimiento de una mujer de mediana edad, rodeada por aquellos que le amaron en vida, quienes sufren junto al cuerpo que yace apacible.

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La valentía del director queda de manifiesto con su aproximación a los personajes, y en un afán de comprender la muerte nos ofrece diversas expresiones del mismo hecho. Cada uno de los “condenados” reacciona diferente y el acercamiento es igual en cada caso, íntimo. Cada carácter se revela conforme avanza el metraje, el carismático se transforma en el introvertido mientras que aquél quien perdió la esperanza súbitamente vence a la enfermedad.

La fotografía es sublime, cada plano está idealmente compuesto e iluminado. Se nos acostumbra a mirar de manera temblorosa, con zoom in y zoom outs trepidantes, a veces absurdos; el realizador aquí es paciente y de paso otorga una clase de composición. Destaca el color azul en el primer acto, que además se difumina en múltiples disolvencias que culminan con un plano del cielo encapotado. Claro mensaje de las creencias al interior del hospicio, en donde son profundamente católicos.

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La narrativa es brutal, una genialidad del surcoreano quien nos lleva de la mano mientras cada uno de los protagonistas deja de vivir. El espectador sin duda no querrá concluir la película porque el final del último de los personajes es el mismo para cada uno de nosotros; sin embargo, cuando éste llega, es pacificador: uno siente que ha comprendido algo, aunque a primera vista no resulte claro.

La riqueza de los personajes y su pulido estilo visual hacen de El hospicio una obra necesaria y obligada para amantes del cine y público promedio. Es un filme extraordinario por los simple de su tratamiento y lo complejo de su dilema.

Gerardo Herrera

Guionista, cofundador y editor de Zoom F7

 

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