Hagen y yo (o del cine apantalla…Cannes)

Un perro hambriento sólo tiene fe en la carne.
-Antón Chéjov
Filmar a 200 canes en escena no es labor fácil, y en Hagen y yo se debe aclarar que esa proeza se aplaude y reconoce. La perfección del entrenamiento animal se complementa con el movimiento de la cámara que sigue a la rebelión de la bestia, ese despliegue impresiona; pero una película no puede sustentar-se sólo con eso: necesita un desarrollo dramático sólido cuando toma como base el paradigma tradicional de narración (modelo aristotélico). Es aquí donde la película incumple su cometido.
El filme explora la separación de una púber de su mascota, un perro mestizo por el cual debe pagar un impuesto exagerado y a quien su padre abandona en la calle. Esa es la premisa, sin embargo, el chucho debe encabezar una rebelión canina en contra de todo dueño irresponsable en un acto vengativo y sanguinario. El argumento que une un punto con otro es inverosímil y el aplaudido manejo de la diversidad de géneros me parecen más una alabanza al atrevimiento que un reconocimiento meritorio.
No diré spoiler alert porque ya lo dije, pero para llegar a la rebelión uno debe chutarse:
A una puberta inexpresiva cuya relación indiferente de padre e hija se enfría como el hielo, un perro con “amigos” que medianamente le enseñan a vivir en la calle por un período infame de un par de horas.
A la preadolescente desafiando a un cadenero de bar que le permite el paso como si ésta llegara a su casa (¡ah! y una escena de borrachera sustentada con un argumento sacado de la manga), de nuevo al can Hagen, vendido y entrenado para peleas de perros.
Y para no hacer el cuento largo, a una serie de acciones sin justificación que pretenden denunciar más temas de los abarcables. Digámoslo así: Hagen y yo quiere llegar a seis o siete lugares distintos, norte, sur, este y oeste transitando la misma vía… y se pierde en el intento.
Las actuaciones humanas brillan por su ausencia y es con los perros con los que hay mayor goce, brindan sólidas interpretaciones (?) cargadas de emotividad, lo cual es un punto a favor, empero, debo comentar lo ocurrido en la sala: los momentos de mayor algidez (los animales asesinando personas) provocaron una estrepitosa carcajada del público. Se dice que el filme retrata la situación de las minorías en Europa, pero estoy seguro que los espectadores pensaron en todo… menos en eso. ¿Sólido retrato implícito o fantasía de la respetable crítica? Nunca lo sabré. Lo cierto es, que a la gente le daba risa ver a Hagen el can líder asesinar brutalmente, irónico ¿no?
La fotografía es perfecta, retrata claramente la inmensa ciudad mediante el empleo constante del gran angular, elemento utilizado en el final del filme, conclusión irresoluta y anticlimática ¿se le habrán agotado los recursos al guionista, o el tiempo? El diseño de sonido brinda una profundidad mayor a cada ladrido, éste elemento propicia un mayor alcance a la interpretación canina.
La flamante ganadora a mejor película en la sección una cierta mirada del Festival Internacional de Cine de Cannes es como su protagonista canino, brava y carismática, pero carece de pedigree.
Gerardo Herrera
Guionista, cofundador y editor de Zoom F7
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