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El eco de Edith Piaff sobre los Panzer

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pleca luis

La galardonada con cinco premios de la Academia, entre ellos mejor dirección y mejor fotografía, siempre nos pondrá al filo de la navaja en los primeros 20 minutos de una forma como nunca antes se había hecho. Rescatando al soldado Ryan (Saving Private Ryan, Steven Spielberg, 1998) es el filme que retrajo los asientos de las salas por su fuerza,  por su intensidad y realismo con el recuerdo del día D, pero que también generó un ambiente más humano donde los hombres desarrollan las dudas más fuertes.

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Spielberg, junto a Rodat y Hanks, nos trajeron de vuelta el estilo de lo brutal y terrenal en el que “La única medida del hombre es el hombre”, citando frases de Protágoras, que “la guerra a diferencia de la paz da un fuerte significado al ser”  intentado ver el lado bueno de las cosas como atendía el Capitan Miller (Tom Hanks) según Emerson.

Se trata del regreso de un género que se quedó rezagado en los 80 con importantísimas cintas como Full Metal Jacket (Stanley Kubrick, 1987) o Platoon (Oliver Stone, 1986).  Es importante mencionar que muchas películas de guerra siempre llevan una carga de valores morales y patrióticos, tornados en una especie de romanticismo infame que intentan exonerar y justificar actos. Rescatando al soldado Ryan  quizá no es la excepción, pero al menos puede plantearlo de otra forma.

Saving Private Ryan

El filme que se estrenó el mismo año que The Thin Red Line (Terrence Malick, 1998), trae consigo el cuestionamiento de estos valores militares y humanos. El hombre tiene que decidir si cumplir su orden o no sería mérito seguir con vida. La brutalidad del hombre con el hombre, de la cual emerge un valor único en el sentido del hombre como su única escapatoria a la moral y al deber.

La escena del día D es una de las más fuertes y reales elaboradas en toda la industria del cine y aunque con varios errores de continuidad y algunos cambios de iluminación, empero mantienen la fiel intensidad del combate al ojo humano, que nos pone directamente en el terror del gatillo.

El guión de Robert Rodat que se inspiró en hechos reales de la guerra de secesión (de ahí la carta de George C. Marshall escrita por Abraham Lincoln) nos impone serios dilemas que sitúa las decisiones entre las balas y las órdenes, la cuales llevan a los hombres a su inevitable final; y el hecho de reconocer esto todo el tiempo se convierte en esfuerzo implacable del hombre por apaciguar sus dudas como única salida ante los irremediables hechos y la línea moral, lo que parece suficiente para crear tensión y todo el punto de inflexión y reflexión de la narrativa  en el tercer plot point.

La duda a un pretencioso sacrificio se impone para unos, pero a la vez se estrella para otros con la actitud del cobarde. No obstante sigue siendo algo que todo hombre coherente se debería de preguntar en el transcurso de ir afrontando la muerte de sus compañeros.

La cinta y su dilema más fuerte es considerar el final como un desenlace irreversible del cumplimiento y el anhelo de regresar a casa. Aunque la misión se vuelca otra vez en la inevitable lucha de la guerra para el cumplimiento del objetivo.

Spielberg junto con varios directores que estrenaron cintas bélicas en 1998, ponen de moda el género nuevamente e intentan igualar su sentido introspectivo a través de las lentes, utilizando más medios telefotos que angulares para cuidar las escenografías pero también para dar la sensación que encierra y abraza al espectador de una forma más personal.

El director de fotografía ya ganador de un Óscar por su trabajo en The Schindler’s List (1993) Janusz Kaminski no se preocupó tanto esta vez por conservar una composición y un estilo,  ya que la mayoría de los tiros son en mano o steadycam para dar la sensación de seguimiento  y subjetividad, con una paleta de colores siempre orientada a los tonos grises y cafés.

La ganadora también como mejor montaje, transcurre como una sucesión normal de los hechos, en una narrativa lineal; los overlap que funciona muy bien para dividir el primer acto del segundo, donde la artillería cae a lo lejos al atravesar los campos en la noche. Una serie de Jumpcuts en la línea narrativa del epílogo para resumir la preparación del último acto son hasta alentadores. Preparando el último escenario, y lo que parece ser la salida más decente de esta carnicería.

salvar al soldado ryan

Una escena que todos recordamos es cuando los soldados de la 101 y los Rangers esperan tranquilamente abrumados por el silencio y la melodía que los puros ecos de la clásica voz de Edith Piaf brindaban en las ruinas de Rammel; parecen ser envueltos nuevamente por un involuntario momento ordinario, que digna el recuerdo de un mundo que parece tan lejano y del que apenas hay rastros o vestigios. Mientras se escucha la añeja romántica a través del Fonógrafo, en breve; se levanta un sonido inevitable e incómodo. El pesado sonido de maquinaria que interrumpe de a poco en poco, aquél que pondrá en antesala el último antagonista; borrando la reflexión y el recuerdo del mundo distante…  llega emergiendo y cubriendo con sus ecos  los desolados aires normandos.

Luis Zenil Castro 

Productor audiovisual y dibujante.

 

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