Dos días, una noche: la película roja de Cannes

Por: Irving Javier Martínez (@IrvingJavierMtz)
Jean-Pierre y Luc Dardenne construyeron parte del lenguaje del cine independiente contemporáneo. Dueños de un estilo documentalista muy personal, se alejaron de la espectacularidad francesa de finales de siglo para filmar a los personajes más pobres de París; sin embellecimientos, ni pretensiones. Resultado de una sincera preocupación social, crearon (quizás) el personaje femenino más importante de la década: Rosetta (1999). Con la misma inconformidad de Andrzej Wajda –El hombre de hierro (1981)- o Elio Petri –La clase obrera va al paraíso (1971)-, el dúo francés crea historias de denuncia sobre las malas condiciones de vida de las clases marginales en un país que –se supone- forma parte del G-8. Película tras película, los hermanos intentan desaparecer el ideal de un primer mundo habitado por gente feliz, enriquecida y sin problemas económicos. En el último Cannes, presentaron Dos días, una noche (2014), sexta película en competencia por la Palma de Oro, Premio Especial del Jurado Ecuménico y la consagración de Marion Cotillard como la nueva Juliette Binoche.
“LUCHAMOS BIEN”
Después de estar incapacitada laboralmente por una depresión, Sandra descubre que fue despedida porque un superior obligó a sus compañeros de trabajo a elegir entre el bono de mil euros o permitir el regreso de ella a sus labores. Los trabajadores eligieron casi unánimemente la ayuda económica. Desempleada y aun débil, la protagonista convence al jefe de realizar nuevamente la votación. Él acepta; entonces, Sandra tiene un fin de semana para convencer a los dieciséis empleados de renunciar al dinero para recuperar su trabajo.
¿Por qué los Dardenne tienen dos Palmas de Oro? Pues Dos días, una noche es una razón para descubrirlo. Considerada la película roja de Cannes, es una obra que destroza los nervios de cualquier asalariado sin caer en el pesimismo fácil. La virtud del largometraje es su dinámica forma de entrelazar las visitas de Sandra a sus compañeros –una especie de viacrucis light-. Se disfrazan de forma anecdótica el drama de la vida familiar – como en El niño (2005)-, cuando el desempleo amenaza la estabilidad económica y emocional. Aunque la familia vive en aparente confort, el estilo de vida recrea la frágil frontera entre el bienestar y la pobreza. Además, es una historia sobre el preámbulo de una separación y el fin del amor. El personaje de Rongione sirve a la película de colchón para no convertirse en un dramón lacrimógeno y con exceso de tensión. Es una trama “menor” en la filmografía de los belgas, pero con los constantes cambios de tono (tipo montaña rusa) característicos de su cine.
Con cada trabajador visitado, los directores realizan una radiografía de los habitantes europeos clase medieros y los tipos de empleados. Los personajes son un grupo de individuos amorales que harían cualquier cosa por mil euros. Las grandes tragedias del siglo XXI giran en torno del dinero. Ante la negativa de renunciar al bono, varios enuncian un: No es nada personal. Esa frase es la verdadera problemática planteada por los autores, la desaparición del dolor ajeno y la compasión. Algunos reaccionan con una sutil violencia contra Sandra, sin importar su vulnerable estado de salud; otros no dudan en darle un portazo en la cara o justificar la sobreexplotación laboral en lugar de apoyarla.
Dos días, una noche es la crítica a las falsas políticas organizacionales en la actualidad. Son inexistentes los ambientes “amigables” con el trabajador (el último de los dieciséis lo demuestra). La comunidad construida es un arma de doble filo para garantizar el rendimiento y las ganancias. Esto lleva a los empleados a perder toda ética y fidelidad a sus similares en la organización. La lucha y la unión en contra de la opresión es ignorada y los ideales de socialismo han quedado atrás. La hostilidad en el campo laboral es otro tema. El trabajo no es lugar de amistades y la deslealtad es una estrategia “válida” para escalar jerárquicamente. El grupo de empleados mostrado por los Dardenne sirve de contraste a una heroína con un viejo valor olvidado por la humanidad: la justicia.
El final es la otra cara de su primera Palma de Oro: si Rosetta es capaz de dejar sin empleo a Riquet -la única persona en quien puede confiar-, ahora Sandra afronta su derrota apreciando la ayuda obtenida y sin sacar provecho. Más que una lucha, la protagonista tiene un crecimiento como persona y el film se convierte en una sencilla –pero contundente- fábula sobre la justicia. Muchos critican el tono “buenrrollista” del film, pero precisamente esa ligereza evita no caer en una trágica historia de desempleo y marginalidad (propio del nuevo cine “independiente” de Hollywood). Además, los finales tipo Dardenne se distinguen por el guiño esperanzador y personajes con aplomo en los tiempos difíciles.
Es el largometraje más detallado desde El Niño y el más “rápido” y ágil. Los momentos de contemplación son mínimos y la acción se concentra en los diálogos y no en las acciones (a diferencia de trabajos pasados). Los Dardenne tienen un excelente gusto en la (mínima) dirección de arte y los colores en sus películas son importantes para determinar la personalidad de los protagonistas. En ocasiones convierten una vestimenta en algo icónico y memorable: la chamarra roja de Émilie Dequenne, la chaqueta con franjas de Jérémie Renier y ahora las blusas de Marion Cotillard, adaptadas a cada uno de los diferentes momentos del personaje. Los directores no usan música, pero cuando lo hacen es para dar un remate sorprendente. Las canciones de Petula Clark y Them son un acierto magnífico. Excelentes actuaciones y una gran historia. De lo mejor de la pasada edición de Cannes y uno de los primeros títulos en llegar a México. No se la pueden perder. (9.0/10)
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