El No montaje

Para mi estilo, para mi visión del cine, el montaje no es un aspecto, es el aspecto… El único momento en que se puede ejercer un control sobre el film es el montaje […] Las imágenes por sí mismas no son suficientes, lo esencial es la duración de cada imagen, toda elocuencia del cine…Se fabrica en la sala de montaje.
-Orson Welles
Mucho se ha escrito sobre el montaje y su relación con el séptimo arte, se le ha dividido desde sus orígenes en varias vertientes: Rítmico, alusivo, pulsional, externo, etc. principalmente en el marco de la teoría rusa cuyo principal exponente es Sergei Eisenstein y cuyas ideas emanaron de Lev Kuleshov. A grosso modo, se le podría definir como el proceso de yuxtaponer planos para construir significados, y se le considera una propiedad inherente del “séptimo”. Pero si es propio del cine, ¿cabría una concepción contraria? ¿Existiría el ‘No montaje’? ¿Qué sucedería con un filme ‘No montado’?
Si mediante el montaje se da una construcción sígnica que toma como base la carga simbólica de la imagen (plano), el No montaje sería por contraste una yuxtaposición efectiva mas no simbólica. Me explico: montar una serie de imágenes exigiría la participación del espectador para completar su forma, misma que a la postre estaría ligada a la idea esencial del realizador. En el caso del No montaje, no se abren cuestionamientos, estos se cierran promoviendo la pasividad del público que se limita a entretenerse mientras devora chatarra.
Tendría cabida la concepción tarkovskiana del encadenamiento asociativo que consistía en evocar las emociones del observador por medio del ritmo interno dado por la duración del plano –Que tenía vida- de los cuales, cada uno estaba diseñado para ser montado y construir un ‘sentido emocional’. En el caso opuesto (el del No montaje), el director únicamente fungirá como un coordinador de las acciones del equipo técnico, no lo hará como creador.
El No montaje, tiene que ver con un proceso de realización conocido como máster con protecciones, el cual consiste en filmar una escena desde distintos emplazamientos cubriendo cada aspecto y generando toneladas de material, SIN dotar a la imagen de sentido. Este método no sólo impediría el encadenamiento asociativo propuesto por Andrey Tarkovski, sino que además, le ‘cargaría la mano’ al editor, quien tendría que trabajar horas extra para darle coherencia al asunto y crear una edición efectiva. Vale la pena detenerse para diferenciar los términos: es edición (efectista) y no “montaje” (creativo).
Ahora bien, se podría decir entonces que el director no sería el autor de la obra, la responsabilidad recaería, entonces, en un agotado editor quien únicamente se encargó de ensamblar (no de crear).
La intención sería nula, un producto destinado únicamente a entretener. El espectador en un acto extraordinario de solidaridad le ‘echaría una mano’ al realizador al interpretar la obra no montada.
El problema, no termina ahí, lamentablemente sólo es el comienzo, ya que este sistema del No montaje predomina en la meca hollywoodense, en donde pareciera producirse bajo el sistema fordista; sí, a más siniestra que diestra montones de películas chatarra que salen como hamburguesas calientes, y se envían a todos los países del orbe (en el caso de nuestro país ocupan sólo el 90% de las salas) y cuyo ¿lenguaje? Es utilizando un eufemismo, limitado. Así mismo se produce lo que considero, un alejamiento estético o quizás, siendo exagerado, un alejamiento del arte cinematográfico.
¿Es el espectador imbécil? ¿Es un ente destinado a tragar palomitas y beber litros y litros de refresco mientras observa una obra efectista, paupérrima, y del cual no se espera nada?… ¡No!
El verdadero cine, lejos de adormecer, agiliza. El verdadero cine deja ‘respirar’. El plano tiene vida propia y muerte propia; el “cine” No montado mutila el plano, un plano que nace muerto…
Gerardo Herrera
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